«Jonatán dijo al joven que llevaba su armadura: »Ven y pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá el Señor obrará por nosotros, pues el Señor no está limitado a salvar con muchos o con pocos»». I Samuel 14: 6. NBLH.
AQUELLOS DOS VALIENTES dieron muestras de que estaban actuando bajo la influencia y el mandato de alguien superior a un general humano. De acuerdo con las apariencias externas, aquella aventura era una temeridad, y contraria a todas las reglas militares. Pero el acto de Jonatán no se llevó a cabo basado en la capacidad humana. No dependía de lo que él con su escudero pudieran hacer; era el instrumento que Dios empleó en favor de su pueblo. Trazaron sus planes y dejaron su caso en las manos de Dios. Si los ejércitos filisteos los desafiaban, avanzarían. Si decían: «Vengan», irían a su encuentro.
Jonatán y su escudero pidieron una señal al Señor, y el desafío se produjo, y la señal apareció. Aquellos dos hombres habían puesto su esperanza en Dios, y no cejaron en su avance. No era un trayecto fácil para los audaces aventureros. Tenían que ascender duramente para llegar a la cima, pero Jonatán y su escudero osaron subir por los senderos escarpados de la empinada colina empleando manos y pies en la ascensión.
Los hombres situados en la cima, que vagaban de un lugar a otro, miraban, demasiado sorprendidos para adivinar el posible propósito de semejante ascensión.
Supusieron que eran desertores, y les permitieron irse acercando sin hacerles daño.
«A los que Jonatán hacía rodar por tierra, su ayudante los remataba en seguida» (1 Sam. 14: 13, DHH).
Tan audaz acción provocó que cundiera el pánico en el campamento filisteo. Allí yacían veinte cadáveres, y a la vista del enemigo les pareció que en lugar de únicamente dos hombres eran cientos de aguerridos soldados. De ese modo el poder de las huestes celestiales fue revelado a las tropas filisteas.—— The Youth’s Instructor, 24 de Noviembre de 1898.