Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen, Génesis 1:27.
(Necesitarás barro o plastilina, agua y un recipiente.)
El sexto día, Dios observó lo que había hecho y se dio cuenta de que todo era hermoso. Había arboles con frutas deliciosas, los campos estaban verdes, las flores de variados colores se veían muy lindas. Las aves volaban sobre las montañas y los pájaros cantaban. Los animales andaban por los bosques. El canguro saltaba de un lado para otro, la jirafa comía hojas de los árboles, el león y las ovejas comían pasto juntos sin hacerse ningún daño.
Luego Dios pensó y pensó por un largo rato, y se dio cuenta de que algo faltaba: alguien con quien pudiera hablar, jugar, cantar y caminar. Alguien que fuera parecido a él.
Entonces tuvo una brillante idea.
«Voy a crear al hombre», dijo. Y tomó barro y formó al primer hombre. (Mientras sigue con la historia, formen con el barro o la plastilina una figura de hombre.)
Ese hombre todavía no estaba terminado, porque faltaba que Dios le diera vida. Era una simple figura de barro como la que acabas de hacer. ¡Pero de pronto, un milagro! Dios sopló en su nariz y entonces, se convirtió en un hombre de carne y hueso. Al verlo, Dios lo abrazó y le puso por nombre Adán. Por fin tenía un amigo con quien pasar bellos momentos, jugando, cantando y disfrutando la maravillosa creación.
HABLA CON JESÚS:
Gracias, Jesús, por haberme creado a mí también. Deseo que seamos amigos como tú y Adán. Amén.