«Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo». Colosenses. 3: 23.
Te acuerdas de lo que hablábamos ayer, sobre que las prisas nunca fueron bueñas? Pues hoy vamos a hablar un poco de cómo podemos evitar hacer las cosas apresuradamente. Para introducir esta parte del tema, quiero hablarte de mi perro. ¿Tú tienes perro? A mí me encantan los perros. Bueno, no todo de los perros me encanta, como ya vas a ver.
Mi perro es muy divertido. Su máxima diversión es explotar globos. Pero tiene un hábito que me resulta un poco desesperante. Lo descubrí en una ocasión en que salimos de viaje toda la familia y lo llevamos con nosotros.
Yo iba en el asiento del copiloto, y él iba recostado a mis pies.
Se portó muy bien casi todo el viaje, pero a veces se cansaba y quería cambiar de posición. En lugar de hacerlo rápidamente, se ponía de pie y empezaba a dar vueltas y más vueltas. Yo estaba incomodísima por eso; no podía entenderlo.
La gente trata de explicar este hábito de los perros: que sus antepasados vivían en matorrales y tenían que allanar el terreno antes de dormir, para lo cual daban vueltas; que descienden de los lobos, y por eso tienen esa inquietud interna…
No sé cuál será la causa, pero dar vueltas está en sus genes.
¿Y en los tuyos? ¿Das infinitas vueltas antes de hacer las cosas? Se puede entender que un perro lo haga, ¡pero un ser humano inteligente…! Hay que aplicar la inteligencia a la vida de una manera práctica.
Si das vueltas para no sentarte a estudiar, o a hacer las tareas, o para cumplir con tus responsabilidades en la casa o en la iglesia, te sorprenderá el lobo.
Al final, tendrás que hacerlo todo deprisa y corriendo; es decir, mucho peor de lo que podrías haberlo hecho si le hubieras dedicado el tiempo que tenías, pero que no quisiste emplear bien. ¿Qué te parece si hoy pides a Jesús que te ayude a ser disciplinado? La disciplina no es aburrida. ¡Al contrario! Si te disciplinas para hacer las cosas en el momento en que debes hacerlas, luego te sobrará un montón de tiempo para jugar y divertirte, y no tendrás que estar castigado ni agobiado.