«Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello» (2 Reyes 7:2)
Muchos usuarios lo estaban esperando, y por fin salió. El 25 de junio de 1998, en los Estados Unidos, Microsoft puso a la venta Windows ’98, el paquete de programas de computación que reemplazaría a Windows 195. Así, la nueva versión de Windows ofreció varias actualizaciones, mejoras y un servicio más óptimo para todos los usuarios. Tanto en la tecnología como en la vida, siempre es bueno renovarse, abrir la ventana y cambiar el aire.
Algo similar ocurrió en la historia de Eliseo y el sitio a Samaria. La situación era trágica y no había alimentos en la ciudad. El versículo de hoy es la respuesta de un príncipe a Eliseo, varón de Dios, cuando este le profetizó que prontamente el sitio terminaría y el precio de los alimentos descendería. Incrédulo, el príncipe pronunció la hipérbole de la ventana en el cielo que derrama bendiciones, mostrando así cuán risible era el augurio de Eliseo.
Mientras tanto, cuatro hombres leprosos y hambrientos yacían en las afueras de Samaria. Amparados bajo el lema «perdido por perdido», decidieron pasar por las tiendas de los sirios para ver si estos se compadecían de ellos y les daban comida. Entonces, se encontraron con el milagro de Dios, Él había hecho que los sirios huyeran, luego de oír ruidos de carros y caballos.
Los leprosos comieron y bebieron. Pero luego reflexionaron: «No estamos haciendo bien, hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos (2 Rey. 7:9).
Más allá de que la sociedad legalmente los rechazaba, ellos eligieron compartir la gran bendición que habían encontrado. Sabían que el conocimiento de una buena noticia implica, irremediablemente, el compromiso de comunicarla. Tenían enfermo el cuerpo; pero aún tenían sana el alma.
Hoy puede ser un día histórico. Renuévate. Dios puede hacer milagros inesperados si confiamos en él. Si es necesario, hasta puede abrir ventanas en el cielo para derramar sus bendiciones. El problema no es que Dios no abra las ventanas del cielo. El problema es que nosotros no le abrimos a él la ventana de nuestr0 corazón.
«El verdadero cristiano mantiene abiertas hacia el cielo las ventanas del almaVive en compañerismo con Cristo. Su voluntad se conforma a la de Cristo. Su mayor deseo es llegar a ser más y más semejante a él» (Elena G. de White, Eventos de los últimos días, p. 196), PA