«El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho.Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre» (Eclesiastés 12: 13).
Mi bebé y yo íbamos a representar a María y al niño Jesús en la producción anual de Navidad «Viaje a Belén» de nuestra iglesia. Mi estado de ánimo era cualquier cosa menos festivo. Estaba hambrienta porque me había perdido la cena. Mi bebé había estado repitiendo la misma queja desde hacía dos horas. Mi cabello estaba horrible y los pantalones me quedaban demasiado grandes otra vez. ¿Quién quiere representar a la madre de Jesús con semejante frío y de mal genio? Tan pronto como entré a la iglesia, noté inmediatamente que algo andaba mal. Por doquier, dispersos en todos los rincones y pasillos, había gente llorando y abrazándose. Pronto descubrí que la causa de su dolor era Tanya, la hermosa y talentosa profesora de piano de nuestra escuela. Acababa de morir. Me quedé de piedra, recordando su alegría. Estaba tan llena de vida, ¿cómo podía haberse muerto? ¡Si era de mi edad! Luego pensé en los tres hermosos chicos que dejaba atrás, y en su esposo. No pude pronunciar palabra en aquel momento. Aquello fue como una bofetada que, de repente, me hizo darme cuenta de lo que realmente importa en la vida.
Pasarnos demasiado tiempo preocupándonos por todo y tratando de alcanzar cosas que realmente no valen la pena. Al menos así soy yo. Y sé que Salomón concluyó que casi todo el mundo es así. Buscamos las cosas materiales, el poder, los placeres y la popularidad. Perseguimos la sabiduría, el trabajo y la riqueza. Incluso queremos cosas buenas, pero Salomón dice que al final todo eso no significa nada, porque a donde vamos no podemos llevarnos nada. Algunos creen que después de muertos podemos mirar hacia abajo, pero Salomón nos asegura que el muerto nada sabe, simplemente está dormido.
Como ves, nuestra relación con Dios es lo que realmente tiene significado en nuestra vida. Servirle y caminar con él es lo único que perdurará hasta la eternidad. Pregúntate hoy si estás malgastando tu tiempo y tus energías en cosas sin importancia. Procura buscar lo que realmente dura para siempre: ¡tu amistad con Jesús!