«La lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!» (Santiago 3: 5).
Cuando tenía cuatro años, mi hermana y yo teníamos que limpiar nuestra habitación, Yo vaciaba nuestra cesta de basura en el cubo más grande del cuarto de baño. Para llegar al baño, tenía que atravesar la sala y la cocina. Un día inolvidable, mientras pasaba frente a los fogones de la cocina, una llama me llamó la atención. Me detuve y miré, hipnotizada, los destellos de las chispas de color amarillo en medio de las llamas azules. No había nadie más alrededor, así que metí la mano en la cesta de basura que estaba sosteniendo y saqué un trozo de papel. Lo retorcí «Io acerqué a la llama. Mi plan era encender un fogón, ya que antes había visto a mi abuela hacerlo muchas veces. Pero el fuego envolvió el papel retorcido en mi mano. Rápidamente lo tiré de nuevo en la cesta, pensando que la llama se extinguiría. Luego vacié la cesta en el cubo del cuarto de baño y regresé a la habitación. Me sentí confiada de haber hecho bien algo que hacía tiempo deseaba hacer.
«¡Huele a humo!», gritó mi tío desde otra habitación. Siguió el olor del humo hasta el fuego, todavía ardiendo en el bote de basura, sofocándolo antes de que causara más daño. «¿Qué pasó?», preguntó señalando las huellas de hollín de la pared. «Bueno —dije yo—, tiene que haber sido algún papel retorcido que se pegó por fuera del cubo de basura que estaba vaciando. Tal vez prendió fuego cuando pasé frente a la cocina».
Nunca se me ocurrió que algo que me hizo sentir tan adulta podría ser tan Peligroso. Aunque me salvé del daño físico, mi vergüenza era tan evidente como la mancha de hollín en la pared del baño. Desde entonces he pensado que una lengua «retorcida» se parece a ese pedazo de papel retorcido. Más de una lengua ha encendido un gran fuego, dañando emociones y carbonizando relaciones irreparables. Aunque sepamos esto muy bien, muchas veces dejamos caer una palabra ardiente sobre una persona en el oído de otra, suponiendo que el fuego se «sofoca» allí. Sin embargo, las llamas voraces dejan «hollín» espiritual en las Paredes del corazón y en las reputaciones. Solo la discreción, la compasión y una lengua santificada pueden sofocar los incendios iniciados por lenguas retorcidas.