«Simón Pedro le Preguntó a Jesús: «Señor, ¿a dónde vas?’A donde yo voy —le contestó Jesús—, no puedes seguirme ahora; pero me seguirás después»» (Juan 13: 36).
MI AMIGA MARGE sabe qué significa llegar tarde a una ocasión importante. Sucedió hace ya un tiempo. El papá de su jefe acababa de morir y Marge decidió asistir al funeral con un compañero de trabajo. Sabes que es muy importante acompañar a la gente cuando está sufriendo, y la muerte de un papá es una experiencia muy dura.
Pues allá fueron Marge y su compañero. Llegaron al lugar, escucharon toda la misa porque era una ceremonia católica, pero no vieron a nadie conocido, ni si quiera a su jefe. ¡Qué extraño! Fue entonces cuando decidieron comprobar el nombre del difunto y se dieron cuenta de que estaban en el funeral equivocado. Llamaron a otros compañeros de trabajo y les indicaron que no era allí, sino en otro lugar. Cuando llegaron al cementerio correcto, ya todos se habían ido; el funeral había acabado. En ese caso, llegar tarde fue como nunca haber llegado. Pero no siempre sucede así.
Jesús contó una historia en la que, llegar tarde, tuvo beneficios para los poco madrugadores. Es la historia del dueño de una viña que contrató a varios trabajadores. A los primeros, los contrató bien tempranito en la mañana. Y sucesivamente fue contratando a varios más durante el día, hasta que los últimos los contrató ya por la tarde, cuando apenas quedaba mucho trabajo por hacer. Para horror de los más madrugadores, aquel dueño les pagó lo mismo a todos. Así que los primeros empezaron a quejarse: «Señor, no es justo que nos pague lo mismo a los que hemos trabajado muchísimo más». Sin embargo, aquel hombre había pagado a todos lo que había acordado con ellos, así que en el fondo, no estaba cometiendo ninguna injusticia.
A veces, nosotros nos sentimos mal porque llegamos tarde a algunas cosas importantes. Por ejemplo, nos cuesta madrugar para pasar unos ratitos a solas con Jesús antes de emprender el día de escuela y actividades. Y aunque Jesús no se enoja porque sabe que tienes el deseo de estar con él, sí sería bueno que lograras hacer ese tiempo y dedicárselo a él.
Aunque no sea media hora, sino solo quince minutos, intenta hacerlo. Con Jesús, más vale llegar tarde que no llegar nunca.