«Te producirá espinos y cardos, y comerás hierbas del campo» (Génesis 3: 18, RVC).
La mala hierba forma parte de mi vida. Crece en mi pasto y daña la apariencia de mis manos, que tanto trabajo me cuesta mantener. Además, libera partículas en el aire que nos causa fastidiosas reacciones alérgicas. Aunque un patio o un jardín no son los únicos lugares donde crece la mala hierba; también crece en nuestra mente, ahogando el fruto del Espíritu que nos gustaría ver crecer.
Cuando era niña, a menudo escuchaba a gente comparar a una persona indeseable o rebelde con una «mala hierba». Esto tiene sentido, ¿verdad? Porque de hecho, los pensamientos influyen en el comportamiento. Encontrar mala hierba en la vida con tanta frecuencia, me ha hecho pensar mucho en ello y llegar a varias conclusiones. He visto que una razón por la que la mayoría de las malas hierbas tienen mala reputación es por su detestable egoísmo. Tienden a tomar mucho espacio del jardín, acaparando recursos como el agua y los nutrientes del suelo, sin brindar nada a cambio.
Incluso los niños pequeños pueden controlar la mala hierba. Recuerdo haber ayudado a nuestro nieto Kyle cuando, a sus tres años, quería ayudar a su mamá a sacar la mala hierba de las flores. Poco a poco y con mucho esfuerzo Kyle sacó toda la mala hierba. Él sabía que tenía que quitarla y continuó con la tarea hasta que la terminó. Hoy, años después, Kyle es técnico en computadoras y lidia con «mala hierba» electrónica, A temprana edad, aprendió a hacer frente a la mala hierba.
Cuando estaba enseñando, solía decirles a mis alumnos que si querían tener un buen «fruto» como resultado de sus ensayos bien escritos, necesitaban «sacar esas palabras perezosas», como un jardinero arranca la mala hierba. Les decía: «Como escritores, también son jardineros».
La mejor definición que he escuchado de «mala hierba» es «algo que está creciendo en el lugar equivocado». Así que una mala hierba puede ser una planta en el pasto o una palabra o una acción no cristiana. Dios no le dijo a Adán que el trabajo en el jardín sería una maldición. Dios le dijo que la mala hierba sería la causa de su angustia. Sin embargo, para nuestro beneficio, Dios, a través del Espíritu Santo, nos dota de la capacidad de arrancar la mala hierba de nuestra vida para que nuestro corazón pueda producir el fruto puro del Espíritu. Seamos buenas jardineras todos los días. ¡Feliz limpieza del jardín!