«El Señor dice a su pueblo: «Párense en los caminos y miren pregunten por los senderos antiguos, dónde está el mejor camino; síganlo y encontrarán descanso». Pero ellos dicen: «No, no queremos seguirlo»» (Jeremías 6: 16).
Hay algo acerca de caminar por senderos antiguos que me pone la piel de gallina. No me refiero a viejos y polvorientos caminos que atraviesan tierras de cultivo. Me refiero a verdaderos caminos antiguos. Mientras visitaba la antigua ciudad de Machu Picchu, en lo alto de las montañas peruanas, decidí dar un pequeño paseo por medio de la ciudad. Entonces me encontré con un camino deteriorado que serpenteaba al borde de un acantilado que había sido convertido en sembradío de alimentos.
Le pregunté a uno de los incas que nos estaba guiando, a dónde conducía aquel camino. «De regreso a Cuzco, la antigua capital del Imperio Inca, pero tendrás que caminar durante cuatro días para llegar a ella», me dijo. El camino tenía entradas y salidas y finalmente desapareció tras una pequeña curva. Al doblar esa curva me encontré con una vista impresionante de ta cordillera circundante y de un pequeño sendero que se dirigía hacia el vasto desierto que rodeaba la ciudad Inca. El camino era angosto y se notaba que era muy antiguo.
Pensé en los cientos —o quizá miles— de pies que habían recorrido aquel sendero antes que yo, subiendo la ladera de la montaña en busca de la ciudad y sus habitantes. Yo era solo uno más de la multitud que había tomado aquella ruta.
A veces, cuando recorro la Biblia y sus diversas enseñanzas e historias, comienzo a tener una sensación similar. A lo largo de la Biblia encuentro una gran variedad de personas que experimentaron a Dios de alguna manera. He leído historias sobre profetas que fueron llamados a entregar mensajes de Dios y también sobre un simple pastorcillo que se convierte en rey.
Independientemente de las circunstancias, todas ellas señalan a una misma dirección: hacia un Ser más que hacia un lugar. Todos recorren los mismos caminos una y otra vez; algunos llegan a su destino mientras que otros se dan por vencidos antes de llegar. Pero las sendas antiguas, las experiencias y la búsqueda de una relación con el Creador, parecen ser el centro del relato bíblico. Espero que, cuando tú leas estas historias, puedas encontrar esa relación también.