«Los muertos no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más vuelven a tener parte en nada de lo que se hace en esta vida» (Eclesiastes 9:5, 6, NVI).
Cuenta una historia que un noble encerró a su dama en un castillo hasta que llegara el día de la boda. El problema era que ella no quería casarse con él, y para evitar que se enamorara de otro hombre, él la encerró en su castillo. Todos los días, ella inventaba alguna nueva excusa para no casarse con aquel hombre. Tenía la esperanza de que alguien iría a liberarla antes de que llegara la fecha de la boda.
Una mañana, cuando el noble fue a visitarla, ella le dijo que, según la costumbre de su país, tenía que tejer con sus propias manos la tela de su vestido de novia. El noble hizo que llevaran al castillo una rueca, que es una máquina que sirve para hilar, de modo que ella tejiera su vestido en el castillo. Pero los días pasaban, y el trabajo nunca llegaba a su fin. Impaciente, el noble dio a su dama dos días más de plazo para acabar el vestido.
Cuando fue a contemplar el vestido terminado, ella le dijo: «Este es mi vestido. No he tejido un vestido de novia, sino mi mortaja».
La mortaja es una envoltura que se usaba antes para los difuntos. Ella prefería morir, que casarse con alguien a quien no amaba. Y eso mismo fue lo que pasó: ella se arrojó por la ventana y murió. Desde entonces, cuenta la leyenda, cada medianoche se oye en el castillo el ruido de una rueca hilando.
¿Tú crees en historias de fantasmas y de casas encantadas, leyendas de hadas y de tesoros ocultos? Mucha gente cree en todas esas cosas.
Pero esas historias son cosas inventadas. No las creas, porque son mentiras del enemigo. Los fantasmas no existen.
Todas las historias y las películas de miedo que hablan de fantasmas y de muertos que reaparecen, nos hacen mal, porque son mentira. La Biblia dice claramente que los muertos nada saben, no tienen vida; no vienen para atormentarnos o hacernos pasar miedo. Los muertos están descansando, hasta que Jesús vuelva por segunda vez y resucite a todos.
No tengas miedo; no hay por qué tenerlo. Confía en Jesús.