«¡Cercano está el día grande de Jehová! ¡Cercano, muy próximo!» (Sofonías 1: 14).
Cuando la temperatura subió, el pavimento se calentó demasiado para sus cuerpos blandos y pequeños, así que se apresuraron para llegar a un refugio fresco y húmedo junto a la carretera. En su refugio también podían evitar ser pisados por los peatones que iban hacia sus actividades. También estaban los pájaros ávidos en busca de desayuno. El peligro estaba en todas partes. Los pequeños caracoles no tenían tiempo que perder.
En algunos aspectos somos también como esos pequeños caracoles. Nuestro viaje por la vida tiene un destino tan hermoso que no podemos siquiera comenzar a imaginarlo. Es un lugar seguro, ajeno a todo el dolor y la angustia que tan a menudo experimentamos. Allí podemos disfrutar de la vida al máximo, pues Dios planeó que estuviera lleno de todo lo que puede traer alegría al corazón humano.
El viaje de los caracoles está lleno de peligros. Y así está el nuestro, lleno de tentaciones dirigidas a desviarnos de alcanzar nuestro destino. El tiempo se acaba para nosotras también, cuando la llama de nuestra vida esté apagándose o por el hecho de que se están multiplicando rápidamente las señales que anuncian la inminente venida de Jesús. No tenemos tiempo que perder en búsquedas inútiles que malgastan nuestras fuerzas y nuestros recursos económicos, que podrían ser mejor empleados en acelerar su venida. Muchas están deslumbradas por las innovaciones de la moda, otras atrofian el cerebro por la complacencia de ciertos alimentos o bebidas malsanas. Muchas de nosotras, especialmente las jóvenes, estamos esclavizadas a los dispositivos electrónicos, mientras que otras se dedican a sus ídolos del deporte, la política o el entretenimiento. Hay poco tiempo para Dios. Su Palabra no es tan emocionante como la novela, y la oración a menudo se convierte en una rutina sin sentido. La oportunidad para cambiar sigue estando ahí, pero ¿por cuánto tiempo? Mañana tal vez sea demasiado tarde.
Sin embargo, no somos como los caracoles que no tienen ayuda frente a las circunstancias difíciles o los enemigos voraces. La ayuda siempre está disponible para que podamos evitar el peligro espiritual y superar incluso la tentaciÓn más sutil. Todo lo que tenemos que hacer es pedir a Dios fortaleza para mantenern0S a salvo de acuerdo a su voluntad y para ejercer el regalo más precioso para su gloria. Vamos a pedirle ayuda justo en este momento.