«Así como Aquel que los llamó es santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir». 1 Pedro 1: 15, NBLH.
CUANDO EL CORAZÓN ha sido purificado y refinado, y está listo para la morada interior del Espíritu Santo, la lengua será santificada para gloria de Dios. Podemos rodear nuestra vida con un ambiente semejante a las brisas del Edén celestial, Abramos nuestro corazón al Señor Jesús; y cuidemos nuestra lengua. No dejemos que corra al azar entre burlas y chanzas. Esto significa que nuestro corazón necesita ser purificado de su contaminación. Nuestras palabras son el reflejo de nuestro estado de ánimo.
Hablemos poco o mucho, lo que decimos es expresión de nuestro carácter y de los pensamientos que lo inspiran. El carácter de una persona queda al descubierto por la naturaleza de sus conversaciones. Lo que alguien dice es el reflejo de lo que esa persona es.— The Youth’s Instructor, 13 de Junio de 1895.
Edúquense de tal manera que su rostro sea lo más placentero posible, y pongan toda la dulzura y la melodía que puedan en su voz.— Manuscrito 24, 1887.
La voz y la lengua son dones de Dios, y si son correctamente usados, son poderosos instrumentos en favor de Dios. Las palabras influyen grandemente; pueden expresar amor, devoción, alabanza, melodía a Dios, u odio y venganza. Las palabras revelan los sentimientos y las emociones. Pueden ser «aroma que lleva inexorablemente a la muerte» o «fragancia que conduce a la vida.» (2 Cor. 2: 16, LPH). La lengua es un mundo de bendición o un mundo de iniquidad.— Manuscrito 40, 1896 (Comentario bólico adventista, t. 3, p. 1177).
Hay algunos que salen de su devoción diaria con Dios revestidos de la mansedumbre de Cristo. Sus palabras no son semejantes a un granizo devastador, ni aplastan todo lo que encuentran. Pronuncian palabras agradables con sus labios. Esparcen semillas de amor y bondad a lo largo de su senda, y todo ello inconscientemente porque Cristo habita en el corazón. Su influencia se siente más de lo que se ve.—– Manuscrit0 24, 1887 (Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1177).
Del corazón y los labios santificados fluirán expresiones amables, tiernas y compasivas.— Carta 15, 1892.