«No hay nada mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, pues eso es lo que le ha tocador ya que nadie lo traerá a que vea lo que habrá de ocurrir después de su muerte» (Eclesiastés 3: 22).
En quince años, he tenido veintitrés empleos diferentes y nunca me han despedido de ninguno. Los primeros seis o siete trabajos que tuve eran manuales —segando campos, cavando zanjas, limpiando camiones de maleza en descomposición proveniente de un estanque—. El trabajo de la maleza fue uno de los que más odié, ya que casi no podía respirar por el mal olor de esa cosa.
Aquella maleza consistía en largos juncos que se deformaban en el agua y se enredaban alrededor de las manos y las piernas.
Se iban acumulando en el fondo lodoso del estanque hasta convertirse en una pasta muy difícil de arrancar. El olor era tan repugnante que daban ganas de vomitar. Era como basura orgánica que lleva mucho tiempo asentada en el fondo de un estanque. Pasé dos largos días en esa tarea, solo para que el estanque estuviera presentable para sus propietarios y no enturbiara con aquella peste toda la finca.
En años futuros, cuando me canse de algún trabajo, solo tengo que recordar lo desagradable que fue el del estanque y dar gracias porque no voy a hacer eso nunca más.
Creo que Salomón se hubiera identificado con mi experiencia, porque él miró hacia atrás para ver si lo que había hecho en su vida había sido de beneficio para otros. En la mayor parte de Eclesiastés, Salomón describe cómo, a lo largo de su vida, metódicamente buscaba las cosas que le hacían feliz, hacía esfuerzos para ser recordado y emprendía aquello que tenía verdadero significado.
Al final del capítulo tres, resume su discurso diciendo que no hay nada mejor que disfrutar del trabajo que uno está haciendo.
Pasamos demasiado tiempo viviendo en el pasado o en el futuro. Salomón dice que necesitamos disfrutar lo que estamos haciendo hoy, no lo que hicimos ayer o lo que vamos a hacer mañana. Y a través de Salomón, Dios nos llama a vivir en el aquí y ahora de nuestra vida cotidiana, con la promesa de que él se ocupará de nuestro pasado y nuestro futuro si se to permitimos.