PARA MEMORIZAR: “Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Ped. 2:19).
Lee Para el Estudio de esta Semana: 2 Pedro 2:1-22; Juan 8:34-36; Mateo 12:43-45; Judas 1:4-19; Génesis 18:16-33.
En su primera epístola, Pedro, con gran preocupación pastoral, intentó animar a sus lectores con respecto a los peligros de la persecución. Aunque no sabemos exactamente a qué forma de persecución se estaba refiriendo, sí sabemos que la iglesia enfrentaría terribles tribulaciones, a medida que el Imperio Romano buscaba extinguir el movimiento creciente de personas llamadas “cristianas”.
Pero Satanás lanzó un ataque de doble punta. Ciertamente, la persecución desde afuera, es decir, la fuerza bruta y la violencia, era una herramienta poderosa. Pero la iglesia enfrentaba otra amenaza, quizás aún más peligrosa que la persecución externa. Se trataba de la amenaza interna. Al igual que la nación judía, en el pasado, había tenido que lidiar con falsos profetas, los seguidores de Jesús en la época de Pedro habrían de tener que lidiar con falsos maestros que “introducirán encubiertamente herejías destructoras” (2 Ped. 2:1) en la iglesia misma. Y, peor aún, Pedro advirtió que muchos seguirían estas “prácticas vergonzosas” (2 Ped. 2:2, NVI).
¿Cuáles fueron algunas de estas enseñanzas de las que estaba advirtiendo Pedro? ¿Cómo reaccionó Pedro ante ellas, y qué lecciones podemos aprender de sus advertencias para nosotros hoy, al enfrentar también amenazas desde dentro de la iglesia?