«El río Cisón arrasó con ellos (…). ¡Marcha hacia adelante con valor, alma mía!» (Jueces 521, NTV)
EI Imperio Romano seguía expandiéndose y, en el siglo ll d.C., Marco Aurelio enfrentó a los marcomanos, cuados y otros pueblos germánicos de las orillas del Danubio, en las Guerras Marcomanas, que duraron 24 años, de 165 a 189.
En 172, el emperador marchó con seis legiones hacia el norte, subiendo por el río Morava. Los germanos, inferiores en campo abierto, atacaron sorpresivamente las guarniciones romanas, lo que generó feroces represalias de las legiones, que atacaban pueblos enemigos, masacrando y esclavizando a su población. Entonces, los bárbaros planearon una emboscada, esperando que las legiones se separaran en las distintas guarniciones que ocupaban el territorio germano.
Los legionarios resistieron, a pesar del agotamiento por la sed y el calor. Cuando la fortaleza estaba por caer, los romanos vieron cómo un rayo impactó sobre la torre de asedio enemiga y la incendió; se desató una lluvia torrencial, y los germanos huyeron: fue el «Milagro de la lluvia». Algunos lo atribuyeron a las oraciones de los soldados cristianos, y otros a que Marco Aurelio ordenó un sacrificio a sus dioses. Este evento quedó plasmado en la Columna de Marco Aurelio, en Roma.
Para los legionarios, era señal de que la providencia divina estaba a su favor A su vez, los pobladores paganos interpretaban en estas señales naturales que el destino no quería que se resistieran; finalmente, se rindieron ante las condiciones severas de Marco Aurelio.
El libro de Jueces relata el verdadero «Milagro de la lluvia». El ejército israelita, liderado por Débora y Barac, enfrentó a las huestes cananeas, comandadas por Sísara, quien contaba con novecientos carros de toda Canaán.
En la llanura de Meguido, Sísara dirigió sus fuerzas hasta el arroyo de Cisón que, aunque corto, es el mayor de esa área de Palestina. El torrente de Cisón, a cuyas orillas acampó el ejército cananeo, los barrió. Dios envió una repentina lluvia torrencial. El suelo arcilloso de la llanura se convirtió en un barrial, y los carros no podían maniobrar; en días de lluvia, era casi imposible siquiera salir a caballo. Durante la Primera Guerra Mundial, las tropas inglesas encontraron qu e aun un cuarto de hora de lluvia sobre ese suelo arcilloso hacía imposible realizar maniobras de caballería.
Dios usó la naturaleza para liberar a su pueblo y darle la victoria. Quizá los desafíos que tengas por delante te parezcan más duros que los novecientos carros cananeos, pero nunca olvides que Dios es todopoderoso y tiene a disposición recursos que ni imaginamos. Enfrenta los desafíos con esa convicción. MB