«El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece». 1 Corintios 13: 4.
INTENTEMOS DEFINIR EL AMOR. Digo «intentemos» porque, si Dios es amor, definir el amor será tan difícil como lo es definir a Dios. La palabra «imposible» encajaría mejor.
Lo que me impresiona de las enseñanzas bíblicas es que los escritores no enfatizan definiciones y conceptos; eso sería caer en el terreno peligroso de la teoría desprovista del elemento práctico. El énfasis de los escritores sagrados está en la aplicación de los conceptos teóricos. Por eso, en la Biblia resulta difícil encontrar una definición teórica del amor; más bien, encontramos la descripción del amor en la vida práctica.
Esa descripción está registrada en el versículo de hoy. El propósito de Pablo es llevarnos a pensar en este tipo de amor, y compararlo con la manera en que nosotros amamos. ¿Cómo sería nuestro hogar si estas características del amor estuvieran presentes en cada miembro de la familia? Pero estas características son propias del amor, fruto del Espíritu. Y los frutos no aparecen de un momento a otro, requieren de crecimiento y desarrollo. No te desesperes si mañana mismo no aparecen estas características en la forma como amas.
Simplemente ve a Jesús, búscalo cada día en oración, suplícale que desarrolle en ti la capacidad de amar con un amor auténtico, y te sorprenderás con los resultados.
Fue eso lo que sucedió en la vida del apóstol Juan. El llegó a Jesús como «el hijo del trueno». Pero en la convivencia diaria con Jesucristo se fue desarrollando en él el amor de Dios; apareció el fruto del Espíritu. Es por ello que cuando lo encontramos en la isla de Patmos, años más tarde, ya no es más el «hijo del trueno»: ha sido transformado en el «discípulo del amor».
Levántate, asómate a la ventana. Ha empezado un nuevo día, y para ti puede ser una linda experiencia de compañerismo con Jesús. No te asustes con las tormentas que ves aproximarse; escóndete en Jesús. Vive a su lado, y prepárate para ver las maravillas que él es capaz de hacer en tu vida. ¡Ah! Y recuerda que «el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece».