«El que se echa fuego en el pecho, sin duda se quema la ropa. El que camina sobre las brasas, se quema los pies» (Proverbios 6: 27-28).
Era una de esas aburridas tardes de verano en que no tienes nada que hacer excepto buscarte problemas. Curioseábamos en el garaje cuando encontré una caja de petardos. Me llevé la caja al patio de atrás y fui a buscar a mi amigo Matt. De repente, recordé mi vieja honda. No era una de aquellas genéricas hechas con palitos de madera en forma de «Y». Era de metal (con brazo para agarrar) de las que usan los cazadores; una honda profesional para gente profesional.
Con este nuevo y sorprendente instrumento procedimos a sacar un petardo y experimentar un nuevo nivel en el mundo de la pólvora. Puse el petardo en la honda y tiré de las cuerdas de caucho. Matt encendería rápidamente la mecha y en fracciones de segundo lanzaría el petardo a su feliz destino. En una de las ocasiones, la mecha se quemó mucho más rápido de lo habitual, y antes de que yo pudiera siquiera dejar caer (a honda, el petardo explotó con un ensordecedor ¡bam! Mis oídos estaban zumbando. Sentía dos dedos como si me los hubieran aplastado con un martillo; olían a piel quemada y estaban negros como el carbón.
Cuando recuerdo esta experiencia, viene a mi mente la frase «el que juega con fuego, se quema», En el versículo de hoy, Salomón dice algo similar aunque con palabras distintas, lo cual muestra que esta idea es antigua. Salomón sabía lo peligroso que es jugar con «fuego». Lo había experimentado en su propia piel por causa de sus muchos matrimonios, intrigas políticas y, principalmente, porque decidió perder el tiempo con cosas que sabía que no debía hacer. Permitió que sus esposas extranjeras llevaran sus dioses a su casa, introduciendo la adoración pagana en la nación judía.
A partir de entonces, la monarquía judía cayó en una espiral descendente de idolatría y tiranía política, y el culto al verdadero Dios fue olvidado. Así que cuando Salomón habla de fuego en el pecho, está hablando de su experiencia personal.
Cada uno de nosotros sabe con qué tipo de fuego está jugando en su vida. La pregunta es: ¿vas a ser lo suficientemente inteligente como para escuchar a tu conciencia advirtiéndote que te apartes de él?