«Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal». Génesis 3: 5.
LA MIRADA VACÍA y sin rumbo de Carlos se perdía en la oscuridad de la fría noche de Sábado. Con un resto de cigarro que había encontrado en la calle pensó: «¡Llegué al fondo del pozo! Si alguien me hubiera advertido que eso iba a ocurrir conmigo, simplemente me habría reído de él; pero ahora, ¿qué ha quedado de mí?»
Carlos había vivido durante años lo que muchos llaman «un sueño». Libre sin tener que dar cuentas a nadie, iba y venía por donde quería, a la hora que quería.
«¿La iglesia de sus padres? ¿Quién necesitaba del peso de la iglesia para malograr el sueño?», pensaba. «La iglesia te ciega; no te permite ver. La Biblia es un libro de fanáticos, y solo sirve para reprimir las ganas de ser feliz».
Pero ahora el cuadro de felicidad que había dibujado era un garabato, y el sueño se había convertido en una pesadilla.
Una de las armas del enemigo es la burla. El texto de hoy es una prueba de eso. Acusa a Dios de no querer la felicidad de sus hijos; de impedir que sus hijos vean «lo bueno que hay en esta vida».
Ese tipo de discurso es fuertemente aplaudido por la sociedad moderna, que insiste en probarlo todo, experimentarlo todo; vivirlo todo. Dios es un Dios de opciones, y una de esas opciones es conocer lo malo. Pero por más que esa manera de pensar parezca «cultura», conocimiento y aprendizaje, siempre trae frustración y amargura al alma. Era una fría noche de Sábado, y Carlos se levantó. Echó el cigarro a la basura, y exclamó: « ¡Estoy cansado de conocer lo malo! Voy a buscar lo bueno». Las palabras no habían terminado de salir de sus labios, cuando el Señor Jesús ya le había abierto los brazos para recibirlo.
Tienes un nuevo día delante de ti. Y cada nuevo día trae una nueva oportunidad. Al igual que Carlos, no esperes llegar al fondo del pozo para reconocer que necesitas de Jesús. El mal existe, pero no tiene nada de bueno para enseñarte, El bien, por el contrario, es todo un mundo inagotable de conquistas y de aventuras del espíritu. Escoge el bien, y no le hagas caso al enemigo cuando te diga: «Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal».