«Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a mí en oración y yo los escucharé, Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón» Jeremías 29: 11-13.
La codiciosa multitud se había reunido a la espera de la subasta, soñando con las riquezas que pronto serían suyas. El inmueble había pertenecido al hombre más rico de la región, que no tenía herederos. Cada fina y costosa adquisición suya estaba a la venta, Aquietando la bulliciosa multitud, el subastador levantó una vieja y desgastada pintura del hijo del millonario, que había muerto a causa de la polio. La multitud gritó con enojo cuando vio la pintura.
Justo cuando parecía que nadie iba a hacer una oferta, el viejo jardinero del difunto se abrió paso entre la multitudi acarició amorosamente la pintura y ofreció un dólar por ella.
No hubo ninguna otra oferta, así que el subastador declaró la pintura vendida. Entonces sucedió algo increíble. El subastador giró la pintura y arrancó un sobre dorado que estaba en la parte de atrás, lo abrió y en voz alta leyó unas palabras escritas por el millonario: «A quien compre esta pintura, le dejo mi propiedad con todas sus pertenencias».
La gente se quedó sin aliento, en asombrosa incredulidad. La subasta había terminado. El viejo jardinero se lo había quedado todo. Esta fábula ilustra una verdad que mucha gente no sabe: Dios nos ha prometido algo similar. ¡Quien obtiene a su Hijo, lo obtiene todo! El versículo de arriba fue escrito para aquellos que estaban en el exilio y, aunque los falsos profetas dijeron que duraría poco, Dios a través de Jeremías dijo a su pueblo que se establecieran y construyeran casas porque su exilio duraría setenta años.
Sin embargo, Dios les aseguró que todavía tenía planes para ellos, planes de darles un futuro mejor,
Dios dice que al encontrarlo a él tendremos todo. Es tan cierto hoy como lo fue para los exiliados y para la gente de la subasta: el que busca a Dios termina teniéndolo todo. Así que
busca a Dios y recibe la mejor vida que él te quiere ofrecer. El que recibe al Hijo, lo recibe todo.