«Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el Señor Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel; ¡Dios de toda la tierra es su nombre!» (Isa. 54:5, NVI).
Mi esposo y yo llevábamos meses separados. Todos los días oraba y oraba, pidiendo a Dios que recuperara mi matrimonio. Mis hijos estaban sufriendo. Uno pensaba que él era el culpable. Me tranquilizaba que los dos mayores estaban lejos, en el Internado, y no tenían que presenciar a diario la desintegración de su familia.
Todavía llevaba los libros y hacía el trabajo administrativo en el negocio de mi esposo. Una mañana, después de dejar a los niños en la escuela, fui a trabajar como de costumbre.
Mientras yo estaba pagando las cuentas, mi esposo entró en la oficina para mostrarme una fotografía. «Es mi novia», dijo. Sus palabras hirieron mi corazón como un cuchillo, matando toda esperanza de reconciliación.
Mientras regresaba a casa, clamé a Dios: «¿Qué voy a hacer?» La respuesta de Dios para mí fue una corta canción que se repetía una y otra vez en mi cabeza. «Seré un esposo para ti; seré un esposo para ti». Yo nunca había oí esa canción ni antes ni después. Me gusta la música, aunque no juega un papel demasiado Importante en mi vida, pero esta era la canción de Dios para mí.
Nuestro hogar no fue recuperado. «Seré un esposo para ti; seré un esposo para ti». La canción y su mensaje se constituyeron en mi fuerza durante los siguientes catorce o quince meses, hasta que el divorcio llegó a su final. Esta fue mi apoyo cuando llegaron los papeles del divorcio a mi buzón, el mismo fin de semana de la graduación de mis hijos mayores. Me llevó meses encontrar un trabajo de enseñanza después de 18 años fuera de las aulas. Solicité muchos empleos, sin respuesta.
Esas palabras me sostuvieron durante el traslado a una nueva ciudad, para enseñar en una escuela cristiana, un trabajo que me proporcionó ayuda para la matrícula de mis dos hijos en edad universitaria. Necesitaba de esa canción cuando parecía que el cheque no alcanzaría para pagar todas las cuentas. Pero podía confiar en que mi fiel Esposo siempre proveería. Nuestras necesidades siempre han sido satisfechas. Él eliminó el tartamudeo de mi hijo menor, y sanó mi corazón quebrantado.El Proveedor celestial, Consolador y Sanador es tu esposo también.
Kirsten Anderson Roggenkamp