«Llevaron a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados con Jesús, Cuando llegaron a un lugar llamado La Calavera, lo clavaron en la cruz y a los criminales también, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús dijo: »Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». La multitud observaba, los líderes se burlaban. Los soldados también se burlaban de él». Lucas 23:32-35, MT
CRISTO ES NUESTRO EJEMPLO. se puso a sí mismo a la cabeza de la familia humana para realizar una obra cuya importancia los seres humanos no comprenden porque no perciben los privilegios y las posibilidades que se les presentan como miembros de la especie humana. […]
Jesús nos enseñó a orar al Padre de este modo: «Perdona nuestros pecados como nosotros también perdonamos a los que nos han hecho mal», y añadió: «Porque si ustedes perdonan a los demás el mal que les hagan, su Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes» (Mat. 6: 12, 14, PDT).
La misericordia de Cristo no fue debilidad sino un terrible poder para castigar el pecado; no obstante, este poder le sirve también para atraer hacia sí el amor de la humanidad. Por medio de Cristo la justicia recibe la facultad de perdonar sin sacrificar ni un ápice de su sublime santidad.— General Conference Bulletin, pp. 102-103.
¿No quisieran ustedes, si alguien les ha hecho daño, y es demasiado orgulloso para decirles: «Me arrepiento», no estarían dispuestos, insisto, a ir al ofensor, para decirle: «Te amo por causa de Cristo, y te perdono el daño que me hiciste» ? Jesús será testigo de este acto de amor, y lo aprobará; y como hacen a los demás, les será hecho a ustedes también.—- The Youth’s Instructor, lo de junio de 1893.
La verdadera felicidad no consiste en la posesión de riquezas o del puesto que se Ocupa, sino en la posesión de un corazón puro y limpio, santificado por la obediencia a la verdad. A cada persona se le da la oportunidad de practicar los principios del cielo. El perdón de las injurias, no la venganza contra ellas, es una manifestación de sabiduría que constituye la verdadera bondad. El amor semejante al de Cristo por los seres humanos por medio de los cuales el Señor ha obrado, es una manifestación de verdadera transformación del carácter.— Carta 229, 1905.