“Porque tengo por justo, en tanto que estoy en este tabernáculo, de incitaros con amonestación: Sabiendo que brevemente tengo de dejar mi tabernáculo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado” (2 Ped. 1:13, 14, RV 1909).
En 1956, Oscar Cullman escribió un breve estudio llamado: ¿Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos?: El testimonio del Nuevo Testamento. Argumentó que el concepto de la resurrección es incompatible con el concepto de la inmortalidad del alma. Además, dijo que el Nuevo Testamento se establece firmemente sobre el lado de la resurrección de los muertos.
“Ninguna otra publicación mía”, escribió más tarde, “ha provocado tanto entusiasmo ni tanta violenta hostilidad”.
Lee 1 Corintios 15:12 al 57. ¿Qué implica Pablo que ocurre al morir?
Un estudio acerca de lo que dice el Nuevo Testamento sobre la muerte y la resurrección ha convencido a la mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento de que Cullman estaba en lo cierto. El Nuevo Testamento verdaderamente recalca el concepto de la resurrección, y no el concepto de un alma inmortal que sobrevive a la muerte del cuerpo. Por ejemplo, en 1 Tesalonicenses 4:16 al 18, Pablo insta a aquellos que han perdido a sus seres queridos por la muerte a encontrar consuelo en el conocimiento de que, cuando Jesús regrese, resucitará a los muertos. En 1 Corintios 15:12 al 57, Pablo da una descripción extendida de la resurrección. Comienza señalando que la fe cristiana se basa en la resurrección de Jesús. Si Jesús no resucitó, entonces cualquier fe en él es fútil. Pero, dice Pablo, Cristo verdaderamente resucitó de los muertos, como primicias de aquellos que han pasado al descanso. Y la resurrección de Cristo de los muertos hace posible que todos aquellos que murieron en él resuciten también.
Pablo habla acerca de la resurrección del cuerpo en 1 Corintios 15:35 al 50. Contrasta los nuevos cuerpos que recibiremos en la resurrección con nuestros cuerpos actuales. Lo que tenemos ahora morirá; lo que tendremos en la resurrección nunca morirá.
En síntesis, cuando el Nuevo Testamento habla acerca de la muerte, lo hace en términos de resurrección, no de inmortalidad del alma. Es importante tener en mente este contexto al leer 2 Pedro 1:12 al 14.