«Y al desembarcar, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos». Mateo 14: 14, BA
Un solo acto no santificado de parte del Salvador hubiera dañado el modelo y él no sería el ejemplo perfecto para nosotros; pero aunque «enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó» (Heb. 4: 15, NTV). Nuestro Redentor proclamó su carácter por medio del profeta Jeremías diciendo: «Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de conocerme, de saber que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud, pues eso es lo que a mí me agrada. Yo, el Señor, lo afirmo» (Jer. 9: 24, DHH).
ERMÍTANME QUE LES HABLE de la vida de Cristo, de su compasión, de su humildad su amor, y de su inefable ternura. Hemos de imitar su ejemplo. Dios nos ha dado vida y todas las bendiciones que la hacen agradable, y a cambio requiere nuestro servicio, gratitud, amor y obediencia a su ley, Estos requerimientos son de la máxima importancia, y no se pueden pasar por alto livianamente. El, por tanto, no requiere nada de nosotros que no sea para nuestra felicidad, incluso ya en esta vida.— The Youth’s Instructor, 30 de enero de 1884.
Todos los que profesen el nombre de Cristo debieran deleitarse en su carácter, mediante su conversación y su conducta, manifestando al mundo que están imitando al Modelo. Todo el que cree en Cristo debe hacer las obras de Cristo. El Señor les ha sido presentado como quien práctica «amor, justicia y rectitud» en la tierra, y estos son los frutos que debe producir el genuino cristiano.—- The Youth’s Instructor, 13 de octubre de 1892.