«Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza» (Romanos 15:4).
Estoy comprometida en una batalla a muerte… con el desorden. Es increíble la cantidad de cosas que se pueden acumular en más de treinta años de matrimonio, especialmente si nunca tienes que deshacerte de cosas durante una mudanza. El otro día estaba clasificando, sacudiendo y organizando, cuando me encontré con una caja de cartas que mi esposo y yo nos habíamos escrito el uno al otro cuando éramos novios.
Cuando las leí, no podía dejar de preguntarme lo que nuestros hijos pensarían si llegaran a encontrarlas por casualidad, tal como estamos, años después. Considerándolo desde este punto de vista, las cartas me daban un poco de vergüenza. Pero aun así, me recordaban cosas que había olvidado, sentimientos que había apagado o cambiado a lo largo de un extenso matrimonio. No es que nuestro amor hubiera muerto; había crecido y madurado. Ya no era el precipitado, excitante, poco realista y ridículo de aquellos días, lo cual estaba bien porque iesas cartas me hicieron sonrojar!
De la misma forma en que esas cartas son una especie de piedra angular del amor que comparto con mi esposo, la Palabra de Dios es una piedra angular del amor que él siente por nosotras. Él no quiere que la mantengamos en un estante o acumulando polvo en una mesa. Quiere que la leamos para poder interactuar con nosotras a través de ella. Él puede utilizarla para amonestarnos, animarnos y guiarnos. La Biblia es la Palabra viva y activa de Dios, y él nos habla a través de ella. Pero solo puede hacerlo si nos acercamos a él. Si guardamos sus palabras en nuestros corazones, él puede hablar a nuestra mente incluso cuando no tengamos la Biblia a mano.
Me parece que Dios me habla tanto a través de su Palabra que he empezado a escribir notas en el margen de mi Biblia para recordarme a mí misma qué situaciones u oraciones están siendo respondidas con esos versículos. También las he encontrado en momentos casuales, mirando ciertos textos al lado de esos durante un sermón por ejemplo, y entonces me hacen recordar de nuevo lo mucho que Dios se preocupa por mí y cómo participa en mi vida.
Ahora, si alguien encuentra esas «cartas» después de que me haya ido, sabrá lo mucho que Dios me ama,