«Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros» (Efesios 3:20).
Durante años hemos estado acumulando puntos canjeables en boletos aéreos. Como necesitábamos boletos para junio, llamé a la compañía para reservar nuestro vuelo, y en ese momento me animaron a obtener una tarjeta de crédito que nos daría un descuento del veinticinco por ciento. La nueva tarjeta demoraría dos semanas en llegar y costaría 160 dólares en cuotas anuales. No tenía tiempo para registrarme, así que rechacé la oferta y compré los boletos.
En septiembre necesité boletos nuevamente, y recordé esa llamada telefónica y el descuento que recibiría si solicitaba la tarjeta, pero una vez más rechacé la oferta. Al día siguiente, al ir de compras, me arrepentí de no haber hecho la solicitud de la tarj eta en junio. También estábamos construyendo una casa, y muchos pagos los estábamos haciendo con la tarjeta de crédito, lo que significaba más puntos acumulados para boletos aéreos. Cuando llegué a la casa, llamé a la compañía y pregunté si me darían los puntos retroactivos desde junio si me inscribía. Muy cordialmente, el representante de ventas me dijo que no podía satisfacer mi solicitud. Pedí hablar con un supervisor.
Oré: «Señor, influye en este representante para que acepte mi solicitud. Es tu dinero el que estaríamos ahorrando, y sabes que intento ser buena administradora». Cuando el agente volvió al teléfono, reiteró: «No podemos aceptar su solicitud». Decepcionada, le pregunté a Dios por qué no había obrado. Pero el representante continuó hablando: «Aunque no podemos ayudarla desde junio, podemos concederle quinientos puntos y no cargar la cuota anual para este año si se inscribe hoy». Yo seguía pensando que estaba perdiendo puntos porque el representante no estaba haciendo las cosas «a mi manera», pero acepté la oferta. Justo antes de acabar de actualizar mi información, el representante agregó: «También puedo ofrecerle un bono de 150 puntos durante tres meses si gasta dos mil dólares mensuales» (esto era fácil para una empresa como la nuestra). Cuando calculé lo que habíamos acordado, me di cuenta de que había ganado 235 Puntos más con esta propuesta que con la que inicialmente quería. Además, ino teníamos que pagar cuotas anuales!
Dios puede darnos mucho más de lo que pedimos. Qué lección aprendí ese día. Cuando dejé de decirle a Dios lo que debía hacer y cómo debía hacerlo, cuando dejé de cuestionar su poder y su preocupación por mí y le permití «ser Dios», ime bendijo!