Jesús le dijo Vuelve tu espada a Su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. Mateo 26:56.
Después de su tercera y última oración, Jesús comenzó a levantarse. Pero cayó otra vez al suelo, moribundo. La lucha mental y emocional era demasiado para que la soportara en soledad. Inmediatamente, Gabriel, El ángel más brillante Y Principal del Cielo descendió volando para consolar a Jesús.
Los discípulos dormidos despertaron repentinamente, vieron a Gabriel que sostenía suavemente a Jesús, y oyeron su voz dulce y musical hablándole. Pero después se sintieron tan somnolientos que volvieron a cabecear y a dormirse. cuando Jesús vio a sus discípulos, los miró con tristeza.
«Ya pueden dormir. Descansen” dijo. Luego, se oyeron pisadas, y les dijo que se levantaran: estaba por ser traicionado.
Jesús se adelantó caminando, para encontrase con la muchedumbre que ya había entrado en el jardín “¿A quién buscan”, preguntó. “!A Jesús de Nazaret!”, gritaron. ‘YO Soy», replico Jesús. Y cuando dijo esto, Gabriel se puso en el y la muchedumbre.
“En presencia de esta gloria divina, la turba homicida no pudo resistir un momento. Retrocedió tambaleándose. Sacerdotes, Soldados y aun Judas cayeron como muertos al suelo” (El Deseado de todos las gentes, p. 644)
La multitud Se recuperó rápidamente y rodeo al señor. Judas no se olvidó de llevar acabo su parte: se adelantó y beso a Jesús reiteradamente. Era la señal secreta identificar a Jesús como a quien había que arrestar.
Pedro estaba bien despierto ahora. Asiendo la espada Romana que llevaba, la saco rápidamente y comenzó a revolearla. Pero en lugar de cortar la cabeza de Malco, el Siervo del Sacerdote, solo logro cortarle la oreja. Cuando Jesús vio lo que había pasado, Se soltó las manos, aunque las tenia firmemente sostenidas por por un soldado romano. Inclinándose, levantando la oreja y la puso en la cabeza del hombre.
«¿No crees que puede orar a mi Padre. Quien enviaría inmediatamente doce legiones de ángeles», preguntó Jesús
Esto significaba más de ochenta mil ángeles disponibles. NO, pelear no era la manera para Jesús. Nunca intentó que su Reino fuera establecido por la fuerza.