Matinal Para Menores 2016 Para el: 21 noviembre
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Juan 20:29
Jesús había anticipado a sus discípulos una y otra vez que iba a morir y luego resucitar, pero sus mentes no lo habían entendido. Cuando Jesús se encontró con los discípulos aquella noche después de su resurrección y comenzó a explicarles cómo las Escrituras se habían cumplido, las piezas del gran rompecabezas lentamente comenzaron a encajar en su lugar.
Pero, Tomás no estaba con ellos. Cuando lo vieron más tarde, clamaron con entusiasmo: “¡Hemos visto a Jesús! ¡Está vivo!” Y Tomás, simplemente, no les creía. La sola idea de que Jesús estuviese vivo no cabía en su idea equivocada del Reino de Jesús. No solo eso, también le suscitó sentimientos de celos en su corazón. Hería su orgullo pensar que Jesús no se había aparecido a él.
“A menos que vea las marcas de los clavos en sus manos y ponga mi dedo en esas marcas y mi mano en su costado, ¡no lo creeré!”
Durante toda la semana, Tomás estuvo enojado y murmuró su incredulidad. Se negó a creer en el testimonio de sus amigos. Amaba a Jesús, pero permitió que sus celos y la duda ocuparan toda su mente, sacando todo lo demás.
El siguiente domingo a la noche, Tomás decidió reunirse con el resto de los discípulos en el familiar aposento alto, que se había convertido en una suerte de “oficina central” para muchos de ellos. Después de la cena, todos se sentaron y hablaron sobre las evidencias que Jesús les había dado en las profecías, cuando repentinamente el Señor apareció.
El registro no dice nada sobre cómo se veía la cara de Tomás, pero puedes imaginarlo con su maxilar inferior caído, dejando su boca abierta.
Luego, Jesús se volvió directamente a él. “Extiende tu dedo y toca mis manos, y extiende tu mano y ponla en mi costado. Deja de dudar y cree”.
Tomás no necesitaba comprobar señales físicas ahora. Sabía que el resto de los discípulos no había visto a Jesús por una semana, y que no había manera de que le hubiesen dicho al Maestro sobre su incredulidad. “¡Mi Señor y mi Dios!”, gritó.
Pero Jesús recordó a su discípulo incrédulo que las personas verdaderamente felices son aquellas que creen sin necesidad de que se les demuestre de forma palpable.
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Tomado de: Lecturas Devocionales para Menores 2016
“Genial, Dios Tiene un Plan para Ti”
Por: Jan S. Doward.
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