Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los malos días, y lleguen los años, de los cuales digas, no tengo en ellos contentamiento. (Ecle. 12:1)
Quisiera tener condiciones para describir la belleza de la vida cristiana. Partiendo desde la aurora de la vida, guiado por las leyes de la naturaleza y de Dios, el cristiano avanza firmemente hacia adelante y arriba, acercándose más cada día a su hogar celestial, donde lo espera una corona de vida, y un nuevo nombre, «el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.» Constantemente aumenta su felicidad, santidad y utilidad. El progreso de cada año excede al del anterior. Dios ha dado a los jóvenes una escalera que deben subir; es una escala que va de la tierra al cielo. En su extremo superior está Dios y en cada peldaño se reflejan los brillantes rayos de su gloria. El Señor observa a los que van subiendo, listo para enviar auxilio cuando se agotan las fuerzas o se pierde pie. Sí, contadlo con palabras llenas de ánimo, para que ninguno de los que con perseverancia ascienden por la escala deje de entrar en la ciudad eterna. (YI, 26-06-1902) Los ángeles de Dios que subían y bajaban por la escalera que Jacob contempló en visión, ayudarán a cada alma que desee ascender aún hasta el más elevado cielo. Ellos protegen al pueblo de Dios y observan, cada paso que da. Los que suban por el camino resplandeciente serán recompensados; entrarán en el gozo de su Señor. (RH, 19-08-1884) La piedad adquirida en los primeros años asegura a su poseedor el goce pleno de todo lo que hace feliz la vida…Los que quieren esperar hasta que el curso de la vida esté por terminar antes de buscar a Dios, perderán una vida de dicha pura y elevada, felicidad que jamás se consigue al correr tras los placeres que brinda esta vida. Los que se han familiarizado desde hace mucho con Dios, y que desde la juventud bebieron felicidad de la pura fuente del cielo, están preparados para entrar en la familia de Dios. (YI, 25-10-1900) (162)