“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu, Santo, que habita en vosotros, proveniente de Dios, y que no sois de vosotros mismos? Porque fuisteis comprados por buen precio; glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo, y en vuestro espíritu, los cuales pertenecen a Dios”. 1 Cor. 6:19-20.
La vida es un don de Dios. Nuestro cuerpo nos fue dado para ser usado en el trabajo de Dios,Él quiere que lo cuidemos ylo apreciemos. Nuestro cuerpo debe ser conservado en las mejores condiciones físicas posibles, ybajo las influencias más espirituales…
La vida pura y sana, favorece mucho el perfeccionamiento del carácter cristiano yel desenvolvimiento de las facultades mentales y físicas.
La ley de la temperancia debe controlar la vida de todo cristiano. Dios debe estar en todos nuestros pensamientos; su gloria debe ser siempre tenida en vista. Debemos esquivarnos de toda influencia capaz de prendernoslos pensamientos y alejarnos de Dios. Tenemos para con Dios la sagrada obligación de gobernar el cuerpo y dominar la mente de manera tal que no nos alejen de la pureza y de la santidad, ni desvíenla mente del trabajo que Dios desea que hagamos. (CS:41-42).
Los que sirven a Dios con sinceridad y verdad, serán un pueblo peculiar, diferente del mundo, y separado de él. Su alimento no será preparado para estimular la gula o satisfacer el gusto pervertido, sino que para que puedan obtener la mayor fuerza física, y por consiguiente la mejor condición mental…
Nuestro Padre celestial nos concedió la gran bendición de la reforma de la salud, para que lo pudiésemos glorificar a través dela obediencia a sus reclamos…La acción saludable y armoniosa de todas las energías del cuerpo y de la mente redunda en felicidad; mientras más elevadas y perfeccionadas estén las facultades, tanto más pura y sin mezcla será la felicidad. (CS:50).