Tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad. 2 Pedro 2:14, 15.
Con la desilusión escrita por toda su cara, Balaam regresó tristemente a su hogar. Todo había salido mal. Para cuando llegó a casa, estaba tan lleno de avaricia que el Espíritu de Dios lo abandonó. Cuando eso le sucede a una persona, no hay más conciencia que lo moleste.
De pronto, a Balaam no le importó lo nada. Su mente estaba tan controlada por Satanás que estaba pensando los pensamientos del demonio. Planeó y maquinó, hasta que finalmente lo tenía todo resuelto. Podría traer una maldición sobre Israel si tan solo podía hacerlos pecar. ¡Seducirlos a pecar! Se apresuró a regresar a Balac con su plan para atraer a los israelitas a la idolatría.
Pronto, los hombres que vivían en la periferia del campamento de los israelitas notaron algunas hermosas mujeres jóvenes que les sonreían y los saludaban a la distancia. Los hombres les devolvieron el saludo. Al día siguiente, las mujeres se acercaron un poco más. Cada vez más y más cerca hasta que, finalmente, estas atractivas jóvenes madianitas, a quienes Balaam estaba usando como agentes secretos, entraron en el campamento. Eran muy amigables y los hombres se divertían hablando con ellas.
“Vamos a tener una fiesta en el monte Peor mañana a la noche”, anunciaron las mujeres alegremente, “y están todos invitados. Hasta uno de sus propios profetas estará allí”. Los israelitas consideraban a Balaam como un profeta de Dios y, si él estaba por ir, entonces debía de estar bien. Así que, miles se fueron a la gran fiesta. Había música, baile, bebidas y más de estas hermosas mujeres. Una vez que las cosas se pusieron en marcha y a los hombres no les importó más lo que pasaba, las muchachas los persuadieron a inclinarse a su dios Baal.
Tristemente, Oíos vio que, si no hacía algo, su pueblo especial se olvidaría completamente de él y de su amistad. Sabía que la única manera de conseguir realmente su atención era descendiendo en juicio. El resultado: 24.000 israelitas murieron. La plaga destruyó a los últimos que quedaban de los que se habían revelado en Cades-barnea. Balaam, finalmente, tuvo éxito en maldecir a los israelitas, pero el falso profeta no vivió para disfrutar de las monedas adicionales que tenía en sus bolsillos. Murió, poco después, en una guerra con los madianitas.