Cuenta la historia de Naamán desde las siguientes perspectivas:
• La perspectiva de la niña cautiva.
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• La perspectiva del ángel guardián de Naamán.
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• La perspectiva del rey de Israel (lee 2 Reyes 5: 43).
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«Naamán fue y le contó a su rey lo que había dicho aquella muchacha. Y el rey de Siria le respondió: “Está bien, ve, que yo mandare una carta al rey de Israel”. Entonces Naamán se fue. Tomó treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa, y le llevó al rey de Israel la carta, que decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás que envío a Naamán, uno de mis oficiales, para que lo sanes de su lepra”.
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó la ropa en señal de aflicción y dijo: “¿Acaso soy Dios, que da la vida y la quita, para que este me mande un hombre a que lo cure de su lepra? ¡Fíjense bien y verán que está buscando un pretexto contra mí!»» (2 Reyes 5: 4-7).