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Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro. Salmo 107:20, NVI.
Crecí en un hogar adventista, con padres fieles y activos en la iglesia. Asistía regularmente a las reuniones sabáticas, recibí una educación cristiana y serví como misionera en Tailandia, pero me alejaba cada vez más de la iglesia.
Para mí, ser adventista significaba culto el viernes de noche, iglesia los sábados, muchos almuerzos a la canasta, un comedor vegetariano, no usar joyas, etc. Como estudiante universitaria comencé a investigar diferentes confesiones: budismo, zoroastrismo, sufismo, cienciología y meditación trascendental. Un desconocido no se hubiera imaginado que yo era adventista. No conocía la Biblia ni tenía una relación personal con Jesús; ni siquiera había oído acerca del mensaje de los tres ángeles. Era una adventista cultural que negaba el poder de Dios en mi vida.
Con el tiempo, decidí leer algunos libros de Elena de White. En El ministerio de curación me llamó Ia atención la siguiente cita: “El gozo verdadero sólo se encuentra en servir desinteresadamente» (p. 280). Entonces le dije a Dios: «Muéstrame que sirviendo a otros encontraré significado y propósito para mi vida, o me voy». Le di un verano a Dios, ¡solo tres meses!.
Terminé uniéndome al programa de colportaje Youth Rush* en California central. No pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que algunas personas que contactaba habían orado para que alguien como yo las visitara. Mi conmoción fue aún mayor al descubrir que había personas que no tenían posibilidad de ir a la iglesia o de conocer a Jesús a menos que yo fuera a su casa. Me estremecí cuando escuché que gente afligida me decía llorando que estaba cansada de ser hipócrita, y pude recordarles que hay un Salvador que ama a los hipócritas.
Se me erizó la piel cuando conocí a una mujer involucrada con la Nueva Era, que me dijo: «Viniste en el momento justo; estoy buscando la verdad”. Al final de cada día estaba gozosa. Dios había perdonado mi desafío (¡qué temeridad la mía: desafiar a Dios!). El colportaje cambió mi vida y es la razón por Ia que todavía estoy en la iglesia.
*Nota del Editor: El Youth Rush es un programa festival de 10 semanas, patrocinado por el Departamento Ministerios de la Iglesia de la Asociación Central de California, para que estudiantes de lo a 25 años hagan evangelismo por medio de las publicaciones de casa en casa. A Ia vez que difunden el evangelio, los jóvenes pueden pagar sus estudios, aprender a comunicarse con la gente, vender libros, trabajar en equipo, resolver problemas, compartir su fe y crecer espiritualmente.
Jordana Ashburn, Estados Unidos
Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao