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Matinal Para Damas 2015

Salvada por las manos de Dios — 1

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Dios es salvación mía; me asegurará y no temeré; porque mi fortaleza… es Jehová, quien ha sido salvación para mí. Isaías 12:2

En 2008, cuando trabajaba como maestra de un centro educativo adventista, se nos informó que el Departamento de Educación Estatal nos daría un curso de capacitación. El lugar donde se realizaría estaba a treinta minutos de la institución, así que todo el personal podía asistir. Planeé llevar a mi hijo Abdeel, de siete meses.

La mañana del día que asistiríamos a la capacitación, después de mi culto personal, me prepare para salir con mi hijo. De repente, escuché con claridad “una voz” que me dijo: “No lleves al niño”. Aquella impresión se hizo muy fuerte en mi mente. No tenía mucho tiempo, y debía tomar una decisión. Llamé a la esposa de un compañero de trabajo que siempre cuidaba a mi nene cuando yo lo necesitaba. Ella aceptó gustosamente, pero añadió que, debido a un compromiso, solo podría hasta el mediodía. Le prometí que regresaría a tiempo.

La capacitación fue muy edificante y enriqueció mucho mis conocimientos pedagógicos. Estaba muy feliz: tenía nuevas herramientas para trabajar con mis alumnos. Cuando salimos, nuestra directora académica nos invitó a almorzar. Agradecí su invitación, pero le expliqué que debía volver porque ya casi era la hora de recoger a mi hijo. Para que no me fuera sola, ella decidió que todos nos llevaríamos el almuerzo.

Cuando llegamos al restaurante, ¡la fila era enorme! Empecé a desesperarme y le dije a uno de mis compañeros, que estaba delante de mí en la fila, que por favor retirara mi almuerzo porque yo me iba. Al llegar a la parada del ómnibus, encontré a cuatro de mis colegas que regresaban al colegio. Me alegre porque ya no viajaría sola. Llegó el autobús y, como estaba bastante lleno, no iba a haber lugar para mí. Una de mis compañeras me ofreció que me sentara en sus piernas y accedí. ¡Me urgía llegar a recoger a mi hijo!

Y otra vez escuché “la voz” que me decía: “Espera el siguiente ómnibus” pero, en mi apuro, no obedecí. Por lo que «pasó después, aprendí que debo escuchar la voz del Espíritu Santo. Dios quiere comunicarnos su voluntad y guardamos de peligros.

Yanoris Atencio de Galo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015
“Jardines del alma”
Por: Diane de Aguirre

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