Experimenta: Mírate al espejo. ¿Pareces un zopilote temeroso al lado de la carretera?
A lo lejos, en la carretera, varios zopilotes comían un animal muerto. Bajé la velocidad. Temía que se echaran a volar y chocaran con mi auto. Cuando estuve lo suficientemente cerca, vi salir volando a la mayhoría, pero uno se quedó sobre el cadáver. Temeroso y a la defensiva, encorvado y con la cabeza metida entre el cuello, se quedó inmóvil mientras yo pasaba. Cuando llegué a mi destino, me encontré con un grupo de jovencitos que cantaban de pie, todos muy bien vestidos. Pero noté que la gran mayoría tenían los hombros caídos, hacia delante y estaban cabizbajos. La imagen de su postura corporal me recordó a aquel zopilote.
¿Por qué adoptamos esta mala postura? La mayioría de las veces, porque nos sentimos incómodos, temerosos o sin energías. El problema principal no es tu imagen, sino el daño que haces a tu espalda y todo tu cuerpo. Encorvarte provoca deformaciones en la clumna vertebral, daños a los músculos de la espalda yo del cuello, mala digestión, flacides de los músculos abdominales; impide que respires con profundidad y por eso el cerebro y el resto de tu cuerpo reciben poco oxígeno, por lo que sientes flojera y sueño; todo entre otros daños.
¿Caminas con la espalda recta, levantas la cabeza, te sientas sin encorvarte? Tenemos muchas razones para estar erguidos. Una de las más importantes es que Jesús murió por nosotros y nos ha regalado la libertad y la salvación. No tenemos por qué enjuntarnos y sentirnos incómodos o temerosos por lo que va a pasar en el futuro. Endereza la espalda, baja los hombros y échalos un poco para atrás; camina con la cabeza erguida, con la seguridad de que Dios ha hecho mucho por ti y así será de aquí en adelante.
«Yo soy el Señor tu Dios, que los sacó de Egipto para que no siguieran siendo esclavos de ellos; yo rompí el yugo que pesaba sobre ustedes, y los hice andar con la frente en alto» (Levítico 26:13)
Tomado de:
Lecturas Devocionales para Menores 2015
“Ciencia divertida para cada día”
Por: Yaqueline Tello Ayala