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Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría. Salmo 30:5.
Juliet era parte de un grupo de colportores que trabajaba en Maun, al norte de Botswana. El grupo logró muchas ventas; pero cuando Juliet fue a entregar los libros, no tenía dinero para un taxi, así que tuvo que caminar llevando consigo dos pesadas mochilas llenas de libros. Cuando llegó al destino, un guardia de seguridad la dejó pasar, pero otra empleada apareció y le dijo a Juliet que no podía estar allí. “Tu libros son muy caros” —dijo la mujer—. ¡Vete! Si vuelves llamaré al personal y te golpearán». Luego cerró y trabó la puerta.
Juliet, decepcionada y avergonzada, levantó sus pesadas mochilas y volvió a casa. Una vez en la seguridad de su casa lloró y clamó: «¿Dónde estabas, Señor?» Juliet ayunó y meditó en las promesas de Dios. La siguiente cita le trajo ánimo:
«Para proveemos lo necesario, nuestro Padre celestial tiene mil maneras de las cuales nada sabemos. Los que aceptan el principio sencillo de hacer del servicio de Dios el asunto supremo, verán desvanecerse sus perplejidades y extenderse ante sus pies un camino despejado» (Elena de White, El ministerio de curación, p. 382),
Juliet sintió que debía volver para ver al gerente. Pidió una cita, y al llegar la llevaron a la sala de conferencias para que le hablara al personal. La sala estaba llena, incluyendo a la mujer que había impedido que Juliet hiciera sus entregas. Mientras Juliet realizaba su presentación, la mujer comenzó a crear conmoción. Le pidieron que se retirara de la sala, y al salir ella sugirió que todos la siguieran, pero solo dos personas lo hicieron.
Cuando Juliet terminó su presentación, inesperadamente la mujer volvió a la sala gritando: «Véndeme una Biblia, quiero una Biblia». Toda su actitud había cambiado, y no solo compró una Biblia sino que también animó a otros a comprarla. Casi todos los miembros del personal compraron biblias junto con otros libros. Luego de eso, la mujer y otros empleados comenzaron a mandarle a Juliet personas interesadas en los libros.
La promesa de Dios es: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28:20). Creemos que Dios usará todas las biblias que vendimos para salvar a muchos para su reino.
Lelekanye, Botswana
Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao