[soundcloud id=’230747072′]
“Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:15).
Tomás era un buen amigo y hermano de la Iglesia Central de Madrid (España). Había conocido la fe adventista en la juventud y fue bautizado a los dieciocho años. Incluso, tuvo que sufrir la cárcel en el penal castrense de Mahón por mantenerse fiel al Señor durante el servicio militar. Toda la iglesia oró por él. Se casó y tuvo ocho hijos, pero cuando los niños eran todavía pequeños, le diagnosticaron una cirrosis hepática congénita en estado avanzado. En enero de 1982, los médicos no le daban más de una semana de vida. Pidió ser ungido y, como éramos amigos, quiso que yo participase. Cuando llegamos a la habitación del hospital, Tomás estaba postrado en su cama. No abrió los ojos ni nos dijo una sola palabra. Al terminar, lo dejamos solo con su esposa. Eran casi las diez de la noche. Cerca de la una de la madrugada, sonó el teléfono en mi casa. ¡Era Tomás! Me contó que había estado perfectamente consciente durante la unción y que, cuando hice la oración, él notó cómo una especie de corriente eléctrica atravesaba su cuerpo; después, cuando quedó solo con su esposa, tuvo sed, le pidió un vaso de agua, se sentó en el borde de la cama, se irguió y comenzó a caminar por la habitación. Dos o tres días después le dieron el alta en el hospital.
Durante diez años, Tomás fue llevando su enfermedad lo mejor que pudo, pero en enero de 1992, unas varices gástricas sangrantes y unas hernias inguinales que le produjeron enormes edemas, obligaron a los médicos a intervenirle quirúrgicamente, “a vida o muerte”. Tomás pidió ser ungido de nuevo y en vísperas de la operación fuimos al hospital. Pedí a una enfermera que, durante unos minutos, no entraran en la habitación porque íbamos a tener un acto religioso. Y así fue, Tomás fue operado, “a vida o muerte” y el Señor, respondiendo a nuestras oraciones, salvó al enfermo y lo levantó. Unos días más tarde, supimos que el cirujano que lo intervino preguntó a uno de los familiares: “¿Qué hicieron ustedes en la víspera de la operación en la habitación de Tomás? En ese acto hubo mucho poder”. Tomás vivió aún un año y once meses. Falleció el 1º de noviembre de 1993.
Hay poder en la oración de fe. Pon tus enfermedades en las manos del Señor y sabrás que hay un Dios en los cielos.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015
«Pero hay un Dios en los Cielos»
Por: Carlos Puyol Buil