Y David consultó a Jehová diciendo: “¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? ”. Y él le dijo: «Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos”. 1 Samuel 30:8
Cuando tomé el teléfono para hacer una llamada a Canadá, encontré dos llamadas perdidas de Kingsway College, la escuela de mi hijo. Algo malo debía de haber sucedido. Una de ellas era del director de la escuela, que decía: “Señora Holmes, por favor, devuélvame la llamada”. Inmediatamente supe que algo muy malo había sucedido. Ideas tenebrosas danzaban en mi mente. Con ojos llorosos y manos sudorosas, oré: “¡Señor protege y cuida a mi hijo!”; y tomé el teléfono para marcar.
David se encontró en una situación peor cuando regresó a Siclag. Encontró su ciudad quemada, y sus mujeres e hijos habían sido llevados cautivos. La tristeza y la desesperación se posesionaron de él y de sus hombres, “y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas” (1 Sam. 30:4). “David parecía privado de todo apoyo humano. Había perdido todo lo que apreciaba en la tierra”. Pero en medio de su dolor, “halló fortaleza en Jehová su Dios”. Repasó su vida agitada por tantos acontecimientos.
¿En qué circunstancias lo había abandonado el Señor? Su alma se refrigeró recordando las muchas evidencias del favor de Dios” (Patriarcas y profetas, cap. 68, p. 682). Dios nunca lo había abandonado. Así que David buscó a Dios y halló aliento en él. Y al preguntar si debía ir tras ellos, Dios respondió: “Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos” (l Sam. 30:8).
Tal como los amalecitas, las circunstancias y experiencias nos roban lo nuestro: el gozo, la paz, la salud, el hogar, los hijos o la familia. Pero Dios nos ordena ir a rescatarlos en su nombre. Si el maligno atrapó algo tuyo, Jehová te manda: “Ve, recupéralo, porque yo iré contigo”.
Cuando llamé al colegio, me dijeron que mi hijo se había quebrado una pierna jugando al fútbol, y estaba siendo atendido. No había pasado lo peor, a pesar de mi presentimiento. Aunque nadie está preparado para lo peor, como David, debemos descansar en el Señor, pues así como estuvo en el pasado con nosotros, seguirá a nuestro lado. Las malas noticias no nos harán perder la fe. Reclamemos lo que Dios ya nos ha dado
Ligia Holmes
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015
“Jardines del alma”
Por: Diane de Aguirre