lunes , 28 abril 2025
Matinal Para Colportores

Milagro en una Hora

Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Eclesiastés 9: 12, NVI

En 1998 comencé a colportar en Brasil. No había asistido a ningún curso de entrenamiento, y en realidad, nunca había querido vender libros. Dejé pasar varias oportunidades para colportar, hasta que me di cuenta de que me había perdido muchas bendiciones de Dios. Ese año, mi familia tuvo algunos problemas, y cuando volví a la universidad hablé con el asistente de colportaje. Había ocho grupos que irían a Brasil, Paraguay, Ecuador y Chile. Yo no tenía dinero para los gastos, pero el asistente pudo ayudarme cuando llegó la oportunidad. Cuando arribamos a Brasil me enviaron a una pequeña ciudad con otros tres compañeros: dos bolivianos y un peruano. Todos estábamos colportando por primera vez. Diciembre y enero fueron meses difíciles, pero nos enseñaron varias lecciones importantes: orar sin cesar, tener fe, valorar a los padres, ser humildes y pacientes, y perseverar en este santo trabajo.

El 9 de febrero el asistente de colportaje me dio un recibo por mis expensas: gastos de viaje, comida, vacunas y otras cosas, por un total de 720 reales, pero yo no tenía dinero. Luego de la reunión, sentí que me había tratado bastante mal, así que salí a caminar para preguntarle al Señor por qué me había traído a Brasil. Mientras caminaba, una mujer me llamó y me invitó a pasar a su casa. Me abrazó y me dijo que su hijo había fallecido de un ataque cardíaco. Cuando le conté mis problemas ambos lloramos.

Cuando llegó el esposo de la mujer, luego de escuchar mi historia, me dijo que dejara de llorar porque él me iba a ayudar. Pasé la noche en su casa, y al día siguiente fuimos a la municipalidad donde él había sido tesorero. Llevamos seis cajas de libros, y les presentamos los libros a los empleados de cada departamento. El hombre les dijo que yo era un hijo de Dios de Bolivia, que estaba vendiendo libros de salud y familia. En una hora ocurrió un milagro: vendí todos mis libros, y solo quedaron las cajas vacías. Nunca había visto tanto dinero junto en mi vida. ¡Logré mi beca gracias a un milagro del Señor!

Nunca debemos darnos por vencidos ni sentirnos desanimados, ya sea que vendamos publicaciones o no. No somos solamente vendedores de libros, sino embajadores del Espíritu Santo que seguimos su divina dirección.

Willy Mamani. Bolivia (trabaja en Brasil)

 

Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao

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