Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Salmo 46: 1, NVI.
En 1992 llevamos a cabo un Seminario de Apocalipsis que duró dos meses en una aldea en el noreste de Congo. Muchas personas asistieron al seminario y compraron libros. Al final del seminario, los ancianos de iglesia organizaron un bautismo. Entre aquellos que habían leído nuestros libros y decidido bautizarse había tres mujeres jóvenes. Sin embargo, había problemas en sus familias porque algunos miembros se oponían a su bautismo. Pero las jóvenes insistieron en que habían tomado decisiones personales y estaban listas para el bautismo.
La tarde anterior al bautismo la familia más grande tuvo una reunión familiar e incluyó a la comunidad donde vivía. Asistí a la reunión de incógnito y escuché los planes. Decidieron darles alcohol y otras drogas, como marihuana, a algunos jóvenes. Ellos irían al río con látigos, y cuando las jóvenes estuvieran a punto de ser bautizadas, los hombres se adelantarían para latiguear a todos y causar tanta confusión que el bautismo no se llevaría a cabo. Les conté el plan al pastor y los ancianos y le entregamos el asunto a Dios en oración, pidiendo que intervenga. Luego, preparamos nuestro propio plan.
Las tres jóvenes tomarían rutas diferentes para llegar al río y las diaconisas las esconderían. También decidimos que serían las últimas en ser bautizadas. Cuando llegó el momento, el pastor dio un corto mensaje y tomó los votos bautismales. Luego, entró al agua con siete de los candidatos, mientras las tres jóvenes permanecían ocultas. Los jóvenes alcoholizados y drogados esperaban en la orilla. Cuando la quinta persona fue bautizada comenzó a llover a cantares. Muchos de los que estaban observando corrieron a buscar refugio, incluyendo los jóvenes que querían causar problemas.
A pesar de la lluvia, el pastor continuó con el bautismo y bautizó a todos los candidatos. Solo algunos de nosotros permanecimos hasta el final. Luego, cuando nos fuimos del rio, no podíamos creer que solo había llovido en un radio pequeño, a pocos metros de donde estábamos. La tierra que estaba a nuestro alrededor había permanecido seca. Dios había realizado un milagro para que el bautismo pudiera llevarse a cabo sin interrupciones.
Nos fuimos alabando a Dios por su milagrosa intervención. Si, en cada aspecto de nuestras vidas “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.
Salita Lusenge Kobwe, República Democrática del Congo
Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao