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En la sección Identifícate con la Historia vemos por qué Ana sentía tanto pesar.
«En un lugar de los montes de Efraín, llamado Ramataim, vivía un hombre […]. Elcana tenía dos esposas. Una se llamaba Ana, y la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía. Todos los años salía Elcana de su pueblo para rendir culto y ofrecer sacrificios en Silo al Señor todopoderoso […]. Cuando Elcana ofrecía el sacrificio, daba su oración correspondiente a Penina y a todos los hijos e hijas de ella, pero a Ana le daba una ración especial, porque la amaba mucho, a pesar de que el Señor le había impedido tener hijos. En cierta ocasión, estando en Silo, Ana se levantó después de la comida. El sacerdote Eli estaba sentado en un sillón, cerca de la puerta de entrada del templo del Señor. Y Ana, llorando y con el alma llena de amargura, se puso a orar al Señor y le hizo esta promesa: “Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicará toda su vida a tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo». Como Ana estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca; pero ella oraba mentalmente. No se escuchaba su voz; solo se movían sus labios. Elí creyó entonces que estaba borracha, y le dijo: “¿Hasta cuándo vas a estar borracha? ¡Deja ya el vino!”. “No es eso, señor”, contestó Ana. “No es que haya bebido vino ni ninguna bebida fuerte, sino que me siento angustiada y estoy desahogando mi pena delante del Señor. No piense usted que soy una mala mujer, sino que he estado orando todo este tiempo porque estoy preocupada y afligida». “Vete en paz», le contestó Elí, “y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido». “Muchísimas gracias”, contestó ella. Luego Ana regresó por donde había venido, y fue a comer, y nunca más volvió a estar triste. A la mañana siguiente madrugaron y, después de adorar al Señor, regresaron a su casa en Rama. Después Elcana se unió con su esposa Ana, y el Señor tuvo presente la petición que ella le había hecho. Así Ana quedó embarazada, y cuando se cumplió el tiempo dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, porque se lo había pedido al Señor» (1 Samuel 1: 1-5, 9-20).
No tenía hijos propios, a diferencia de la otra esposa de su marido, Penina, que tenía muchos hijos. Esto la entristecía y le causaba mucho pesar. En la sección Explica la Historia se te pregunta por qué Ana deseaba un hijo.
EXPLICA LA HISTORIA
¿Por qué crees que Ana deseaba tanto un hijo?
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¿Por qué Eli pensó que Ana estaba ebria cuando la encontró en el templo?
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Si un sacerdote o pastor encontrara a alguien muy parecido a Ana en su iglesia o templo, ¿crees que la trataría del mismo modo como lo hizo Eli?
¿Por qué sí o por qué no?
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¿De qué manera esta historia refleja la gracia de Jesucristo y el poder de la oración?
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Vuelve a leer la historia y escribe algunos de los puntos más importantes y de las frases que sean más relevantes para tu vida.
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No era solo porque Penina tenía hijos, aunque era parte de la razón. Ella necesitaba algo que amar, y aunque tenía al Señor y a su esposo, añoraba un hijo y Dios se lo concedió. Usa una concordancia y haz una búsqueda de las palabras «orar» y «oración», así como otros versículos que traten de oraciones que fueron contestadas.
¿Qué podemos aprender de estas historias de oraciones contestadas?
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Lección de Escuela Sabática Adventista para Jóvenes
4to. Trimestre 2015 «Biblia y Realidad»
Lecc. 2 – El Poder de la Oración