Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí. Salmo 37:8-10
Sin la ayuda divina es imposible desarraigar los males escondidos en nuestro corazón. Cuando nos disponemos a confiar en sus promesas, Jesús nos señala el camino hacia una vida superior y mejor. Es el único que puede transformarnos. Las facultades nobles de su carácter pueden recobrarse mediante un encuentro diario con él. Todos necesitamos reconocer que Jesús es nuestro Salvador, y debemos buscarlo diariamente en su Palabra.
La persona que maltrata a su cónyuge o a los hijos, por lo regular lo aprendió de sus padres, que representaron mal a nuestro Padre celestial. De modo que, el problema está en nuestra mala relación con Dios, que necesita ser restaurada. ¿Cómo lo logramos? Jesús dijo en Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Vayamos al Padre para conocerlo y ver que es diferente a nuestros progenitores. Jesús es el Puente que nos permite salvar el abismo que abrió el pecado; es el río de agua viva que nos llevará ante su presencia. Allí nos saciamos de su amor y recibimos su bendición. Solo así podemos dejar de “matar” víctimas inocentes con las cuales aplacar, simbólicamente, el hambre que generan nuestras carencias. Él quiere darnos su vida inmaculada para que podamos bendecir y no maldecir a los que nos rodean. Fue nuestra víctima en el Calvario; allí pagó el precio de nuestra redención.
Jesús representa tres elementos indispensables para nuestro crecimiento espiritual: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre” (Juan 6:35). “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Amiga lectora, toma hoy la decisión más grande de tu vida: encontrarte con el Padre celestial, que le llenará de amor y sanará todas tus dificultades.
Rut A. Collins
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015
“Jardines del alma”
Por: Diane de Aguirre