Matinal Para Colportores Para el: 05 septiembre
Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz. Santiago 5: 16, NVI.
Luego de trabajar toda la mañana sin lograr ni una venta, volví a casa desanimado. Almorcé, ore para que Dios me guiara al menos a una oveja perdida, y salí a trabajar nuevamente. AI llegara a una esquina, vi una casa un poco alejada de las demás. Cuando golpeé la puerta, me atendió un joven, y yo comencé a presentarle el libro “Depresión, Estrés, y Ansiedad”. Él me interrumpió y me invitó a pasar a la sala, que estaba oscura y llena de humo de cigarrillo. Cuando Terry (seudónimo) me dijo que padecía depresión, el tema del cual comencé a hablarle, me di cuenta de que Dios había arreglado esta «Cita Divina».
Terry conocía sobre el cristianismo pero no le encontraba relevancia práctica para su vida. Me contó que había venido a Australia para lograr gran éxito entrenando caballos, pero que era adicto a las apuestas y a la homosexualidad.
Oré con él y le dije que Dios ama a cada persona. Compró los libros “Depresión, Estrés, y Ansiedad”, “Piensa en Grande” y “Manos Consagradas”. Note un libro sobre médiums espirítistas sobre su mesa y le pregunté si lo estaba disfrutando. Su respuesta fue que sí.
“Si te gusta ese libro, te encantará El conflicto de los siglos» —le dije. Tomé un ejemplar, le escribí una nota de ánimo en la primera página, y se lo regale. Mientras le contaba a Terry cómo Dios era real en mi vida, noté que sus dos compañeros de casa estaban escuchando. AI final, los cuatro terminamos teniendo una corta pero positiva conversación espiritual. Les dije que lo «bueno» que veían en mí venia de Dios. EI hombre más joven comentó que había estudiado con un pastor adventista. El otro preguntó que pensaba Dios sobre los homosexuales. Le dije nuevamente que
Dios ama a cada persona.
El cuarto se llenó de gozo y felicidad mientras oraba por cada uno de ellos por nombre. Le pedí a Dios que protegiera la casa de los malos espíritus que, según ellos, estaban abriendo y cerrando una puerta en la casa. No sentí temor al orar en el nombre de Jesús.
Cuando me despedí de ellos, noté que los tres hombres seguían conversando acerca del tema. Parecía que mi visita había marcado una diferencia. Yo había orado para encontrar al menos una oveja perdida, pero Dios me llevó a tres.
Andrew Kochanski, Australia
Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao
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