Experimenta: ¿Andas con la cabeza gacha, mirando lo que hay en la tierra?
Terminado el partido de fútbol, Martín se quitó los zapatos y recostó sobre el césped, igual que sus compañeros. Eran costumbre del equipo. Estaba tan cansado que no se dio cuenta de cuándo se durmió. A un compañero se le ocurrió colgarle los tenis arriba del marco de la entrada de la cancha; al fin y al cabo, cuando saliera los vería si volteaba un poco hacia arriba.
Cuando Martín despertó, quedaban solamente el entrenado y el cuidador, que recogían todo y esperaban a que Martín despertara. Para su sorpresa, sus zapatos no estaban. Pensó que se los habían robado. No los encontró… porque no miró hacia arriba. Días más tarde su mamá le preguntó: «Martín, por casualidad, ¿no son tuyos esos zapatos que están colgados por encima de la puerta de la cancha?»
Cuando miró hacia arriba descubrió, además, un nido de pájaros azules sobre el marco, la luna que brillaba como si estuviera perdida en pleno día, y un avión que pasaba por el cielo dejando una estela blanca. Cuán desacostumbrado estaba mirar hacia arriba: casi siempre caminaba con la cabeza inclinada, mirando el suelo. Por eso se había perdido de tantas cosas interesantes.
Te propongo que hoy observes a tu alrededor. Descubre cuántas personas caminan gachas, mirando el suelo o contestando un mensaje en su teléfono móvil. Muchos ya no miran por la ventanilla del auto porque prefieren concentrarse en un videojuego. Otros no hacen amigos verdaderos porque, en vez de levantar la cabeza y conversar con la gente, se inclinan a chatear con algún «amigo» virtual. ¡Cuántas cosas interesantes se pierden esas personas!
Dios te invita, amorosamente, a hacer un esfuerzo por no perder contacto con lo genuino y que está por sobre tu cabeza; aquello que sí importa. En lugar de concentrar tu atención en las cosas sin importancia y que se mueren en esta tierra, levanta tu cabeza y concentra tu atención en todo lo interesante que sucede a tu alrededor.
«Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra» (Colosenses 3:2)
Tomado de:
Lecturas Devocionales para Menores 2015
“Ciencia divertida para cada día”
Por: Yaqueline Tello Ayala