domingo , 20 abril 2025
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Matinal Para Colportores

¿Fue un Ángel? (Parte 1)

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El ángel del Señor acampa en torno a las que lo temen; a su lado está para librarlos. Salmo 34:7, NVI.

Desde que era una niña mi sueño fue ser una enfermera, así que cuando terminé la escuela secundaria decidí estudiar en la Universidad Adventista de Colombia.

Me anote en el programa de colportores para poder financiar mi educación. Mi primer destino fue Ipiales, una ciudad en la frontera con Ecuador. Muy entusiasmada fui a mi casa, llené una valija, escribí la dirección de la familia con quien debía quedarme, y subí a un colectivo que me llevaría hasta allí.

Todo iba bien hasta que el colectivo llegó a la ciudad. Era casi medianoche. Al prepararme para bajar del colectivo, me dispuse a tomar el papel con la dirección de la familia, pero para mi horror, no estaba en el bolsillo de la mochila. Busque frenéticamente cada compartimento de la mochila, y en todo lugar que se me ocurrió mirar, pero fue en vano. Era la única pasajera que todavía estaba en el colectivo.

El conductor y su asistente me miraron confundidos y me preguntaron si todo estaba bien. Yo no sabía qué hacer ni que decir, así que comencé a orar en silencio, pidiéndole al Señor que me ayudara. El conductor me dijo: «Señorita, hemos llegado a destino y necesitamos saber adónde se dirige». Yo seguí orando: «Señor, estoy sola, es media noche, y tengo miedo. Por favor, guíame». Entonces sentí un destello de esperanza al recordar que debía bajarme en la primera estación de servicio de la ciudad; pero eso era todo lo que recordaba de las instrucciones que tenía escritas en el papel.

Me dirigí al conductor y le dije: «Por favor, lléveme a la primer estación de servicio de la ciudad”. Él respondió: «¿Está segura? Es tarde y usted está sola. ¿Quiere que la lleve a mi casa?» Yo no confiaba en el conductor, así que le dije: “No se preocupe.

Alguien me estará esperando en la estación de servicio». Continué orando: “Jesús, envía ángeles que me esperen en la estación de servicio». Cuando el colectivo llegó a la estación, bajé. Todo se veía oscuro y solitario. Yo seguí orando y repitiendo el salmo 23 en voz alta: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo».

Zoraida Powell, Islas Caimán

 

Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao

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