Matinal Para Colportores Para el: 14 septiembre
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Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Romanos 8:28, NVI.
Dordoy es el mercado de ropa más grande de Asia central; más de 10.000 personas visitan ese mercado cada día. Así que allí me dirigí a vender libros cristianos.
Un día, luego de vender libros durante varias horas, entré en un negocio e invité a la asistente a mirar mis libros. Ella me escuchó y miró los libros durante 30 minutos, pero al final me dijo que no estaba interesada. Me fui del negocio decepcionado. “¿Por qué, Señor, tuve que pasar tanto tiempo valioso con ella, cuando no me compró nada?» Luego me sentí avergonzado: «Padre, ¿por qué no confio en ti? Quizás has preparado algo especial para mí”.
Mientras estaba afuera del negocio una mujer se acercó desde un negocio cercano.
— ¿Quisiera ver algunos libros? —le pregunté.
—No. gracias —me respondió—. No tengo tiempo.
Después me explicó cómo llegar a un negocio de costura donde había jóvenes a quienes les gustaba leer.
Fui allí y pregunté: «¿Quisieran ver algunos libros?» Ellas estaban ansiosas por verlos y compraron seis. Entonces entendí. Si no hubiera pasado todo ese tiempo en el primer negocio, no hubiera conocido a la mujer que me habló del segundo negocio.
Ese mismo día, una mujer que vendía bananas en el mercado me contó acerca de su complicada vida. Ella vendía frutas, pero apenas ganaba lo suficiente para pagar sus cuentas. Me dijo que leía la Biblia regularmente, porque le daba paz. «Solía ir a la iglesia, pero ya no voy más” —agregó—, parece que Dios lo ha enviado”. No pude irme sin antes darle un ejemplar de El camino a Cristo. Ella me agradeció y me prometió leerlo.
Otra mujer que también vendía allí miró mis libros y separó varios sobre salud. Yo no creí que pudiera comprarlos, pero para mi sorpresa, tenía suficiente dinero, y me preguntó qué podía comprar con lo que le sobraba. Era la cantidad exacta que costaba El camino ci Cristo. “¡Qué coincidencia!» —dijo ella.
«No, – pensé yo-, ¡es la voluntad de Dios!” Le agradecí a Dios por intervenir y dirigirme, lo cual me dio la oportunidad de ser parte de sus milagros.
Arthur Shultz, Kirguistán.
Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao
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