Matinal Para Colportores Para el: 17 agosto
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Todos se asustaron y se decían unos a otros: “¿Qué palabra es esta? ¡Con autoridad y poder les da órdenes a los espíritus malignos, y salen!» Lucas 4:36. NVI.
Un domingo de mañana fui a la Iglesia Anglicana en Uganda para poner algunos libros en exposición en una mesa afuera del templo. Luego de disponer los libros de manera atractiva. Me senté a esperar que los miembros de iglesia pasaran a mirar y comprar mis libros. Me senté allí toda la mañana, pero nadie parecía estar interesado. Solo se acercó un hombre y compró solamente una pequeña Biblia para niños. Esta era la primera vez que mostraba mis libros en esa iglesia, y no estaba segura cuál era el problema. Le pedí a Dios que me ayudara a esperar que más personas pudieran aprender sobre el evangelio. Esa iglesia solía tener tres servicios cada domingo, pero a las 13:00 todavía estaba esperando clientes. Los asistentes al último servicio estaban a punto de salir.
Mientras esperaba, un hombre que parecía loco, de aspecto aterrador, de repente se comenzó a acercar directamente a mi. Yo estaba tan asustada que quería gritar pidiendo ayuda, pero no quise distraer el servicio que se estaba desarrollando dentro de la iglesia. Oré silenciosamente y me quedé donde estaba. Estaba aterrorizada, pero pretendí mostrarme tranquila y segura. Cuando llegó a la mesa, comenzó a tocar un libro tras otro. Parecía que los destrozaría o el menos los ensuciaría. Ore: “Señor, estos son tus libros. Si este hombre los destruye, es tu problema. Tú me has llamado a estar aquí y hacer tu trabajo». Entre el miedo y la preocupación que sentía, le dejé todo a Dios.
Luego de unos minutos se sacó los zapatos y entró en la iglesia. Se quedó allí por un rato, y cuando salió volvió a mirar los libros. Luego, tomó La verdad sobre lo gracia y me preguntó cuánto salía. Le respondí, y me preguntó si podía llevarse el libro. Pensé que lo quería como un regalo, así que lo probé diciéndole: «Sí, puedes llevártelo si tienes el dinero». Para mi sorpresa, desenroscó un bollo de bolsas de plástico sucias, atadas formando una pelota. Luego de abrir varias capas, sacó un poco de dinero y me lo dio. Yo le di el libro, y él lo envolvió en las mismas bolsas de plástico y se fue.
Me quedé pensando, sin poder creer lo que había sucedido, y me pregunté: «Si un hombre como él quiere saber más sobre la gracia de Dios, cuánto mas debería desear yo la maravillosa gracia divina». En ese momento y lugar renové mi compromiso con Dios, ya que reconocí que él puede usar hasta una experiencia de temor para acercarnos a él.
Rebecca Nantamu. Uganda
Tomado de: Matinal para Colportores 2015
«Encuentros con la gracia de Dios»
Compilado por Howard Faigao
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