Experimenta: Tú no te pareces a Perkins, ¿o si?
El gato Perkins miraba inmóvil por la ventana. Sobre la mesa había varias delicias que ofrecerían en la fiesta. Se sentó y apoyó su grande panza sobre la superficie y se relalmió los bigotes, saboreando lo que veía. Alguien había dejado abierta la puerta. El gato bajó de un salto y se delizó sigilosamente dentro de la casa. Daniela, su dueña, le advirtió:
– Perkins, los platillos de la mesa no son para ti.
De un salto trepó sobre la mesa y miró de un lado a otro, para decidir por dónde empezaría a probar la comida. ¡Siempre había sido glotón, pero el día de la fiesta fue el colmo!
Mientras Daniela y los demás conversaban en la sala, Perkins comió todo lo que pudo de un plato a otro. Cuando la mamá de Daniela entró a la cocina para llevar todo a la mesa descubrió que Perkins tenía salsa de tomate en los bigotes y por toda la cara, además de queso derretido en las cuatro patas. Apenas atinó a maullar en cuanto la vio entrar, mientras a la señora casi le daba un ataque al corazón. Había arruinado todos los platillos. Con mucha vergüenza tuvieron que pedir pizza por teléfono para atender a los invitados. Perkins, el glotón, fue a dar al veterinario aquella noche por una indigestión.
Cuida que no te pase lo mismo. A la hora de la comida, pide o sírvete solamente lo que vas a comer. En Estados Unidos, cada año se tiran a la basura tantas toneladas de comida que podrían alimentar a 49 millones de personas; en otros lugares sucede algo similar. Muchas personas atiborran su plato para luego, simplemente, desechar lo que no comieron o, lo que es igual de peligroso, comer aunque ya no tengan hambre.
La Biblia da un consejo sabio para quien padece el «Sindrome de Perkins»: pedir a Dios que ayude a dominar el apetito. Al Señor le preocupan tu salud y reputación. Si se lo pides, él te ayudará.
«Aunque tengas mucha hambre, controla tu apetito» (Proverbios 23:2)
Tomado de:
Lecturas Devocionales
para Menores 2015
“Ciencia divertida
para cada día”
Por: Yaqueline Tello Ayala
