Matinal Para Adultos 2015 Para el: 05 agosto
“Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verlo, porque había oído muchas cosas acerca de él y esperaba verlo hacer alguna señal. Le hizo muchas preguntas, pero él nada le respondió” (Lucas 23:8, 9).
Hablando de la Pasión de Cristo, el profeta Isaías había anunciado: “Como un cordero fue llevado al matadero […] enmudeció y no abrió su boca” (Isa. 53:7). En efecto, en ningún otro lugar del Evangelio, los silencios de Jesús son más elocuentes y significativos que en las escenas de la Pasión.
Los evangelistas subrayan que Jesús callaba cuando Caifás, el sumo sacerdote, después de escuchar testigos falsos en el juicio religioso, le dijo: “¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?” (Mat. 26:62). En la casa del sumo sacerdote, Jesús miró de lejos a Pedro, que acababa de negarle, pero no hizo ningún comentario (Luc. 22:61). No respondió a Pilato cuando, en el pretorio romano, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos lo acusaban (Mat. 27:12, 14). Tampoco dijo nada cuando el pueblo prefirió a Barrabás. No se lamentó o protestó cuando fue brutalmente azotado, escarnecido y coronado con una corona de espinas (Juan 19:1-3). En silencio, desgarrado por el dolor y la humillación, apareció ante el pueblo (Juan 19:5, 6). Ni siquiera a Pilato le dio respuesta cuando este le preguntó: “¿De dónde eres tú?” (Juan 19:9). Y quedó mudo, impávido, cuando el gobernador lo condenó a muerte: “Lo entregó a ellos para que fuera crucificado” (Juan 19:16). La frase aparece con algunas variantes en los cuatro Evangelios.
En medio de todos estos silencios se inscribe el silencio de Jesús ante Herodes: silencios de vergüenza ajena, silencios de profunda tristeza, silencios de reprobación, silencios de condenación. El silencio de Jesús ante Herodes no fue por temor, ni por menosprecio o indiferencia, menos aún por debilidad. Aquel que era el Verbo divino ahora callaba, ¿por qué?
El silencio de Jesús ante Herodes fue la expresión de un acto de juicio: juzgó su frivolidad, su irreverencia hacia las cosas santas. Juzgó su rechazo de la verdad que le había presentado el mayor de los profetas, Juan el Bautista. Juzgó su sensualidad y su crueldad matando al siervo de Dios. Juzgó su conciencia insensible, culpable, sin capacidad de arrepentimiento. Sí, Jesús guardó muchos silencios en las escenas de la Pasión porque “cuando no hay oídos para escuchar, Jesús no tiene labios o boca para hablar”.
Te invito a aprovechar el silencio. Apaga la televisión y el reproductor de sonido. Prepara tus oídos para escuchar, y te darás cuenta de que hay un Dios en los cielos.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015
«Pero hay un Dios en los Cielos»
Por: Carlos Puyol Buil
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