De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Juan 1:16
Se cuenta que un frío viento del norte soplaba sobre las riberas del río Támesis cuando, en una esquina, un ciego tocaba su deslucido violín, con la esperanza de que la gente se apiadara de él y le arrojara monedas desde sus ventanas. Al ver que nadie se compadecía del ciego, dos hombres que pasaban por allí le dijeron:
– Es un mal día, amigo. ¿Por qué no obliga a la gente a abrir sus ventanas?
– ¿Pero, cómo? – replicó el ciego-. Mis dedos artríticos ya no me ayudan.
Entonces, uno de los hombres tomó el violín del ciego, y comenzó a tocar.
Poco a poco, la gente comenzó a abrir sus ventanas, y los niños salieron a la calle para ver quién tocaba aquella majestuosa música. Pronto, una lluvia de monedas comenzó a caer desde las ventanas y los balcones, donde la gente se apretaba para escuchar al violinista tocar.
– ¿Quién es el que toca? – preguntó por fin el ciego conmovido-. Ha de ser un gran maestro.
– Sí, es un gran maestro. Es el maestro Paganini – dijo el otro, mientras continuaba recogiendo monedas.
¡Qué cambio produjo el talento de aquel virtuoso! Lo mismo hace el Señor Jesús en nuestra vida. Él suple todas nuestras insuficiencias. “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16).
¡Qué promesa! Nuestro Padre celestial sabe exactamente lo que necesitamos para enfrentar cada desafío. Él tomará nuestras insuficiencias y las transformará hoy a Cristo: “Heme aquí, Maestro, haz que tu gracia obre en mí, y a través de mí. Gracias, Padre eterno, porque Jesucristo suple cada una de mis necesidades”.
Olga Valdivia
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015 “Jardines del alma” Por: Diane de Aguirre