Matinal Para Adultos 2015 Para el: 25 julio
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmo 32:1, 2).
La esposa de Ricardo estaba recibiendo estudios bíblicos y su hija, Alicia, era un miembro fiel de la iglesia. Como resultado de un infortunado incidente, Ricardo había sido condenado a doce años de prisión. La pena pareció excesiva por un delito cometido en grupo bajo los efectos del alcohol por un ciudadano sin antecedentes y de conducta habitualmente irreprochable. Sus abogados pidieron al Departamento de Gracia del Ministerio de Justicia el indulto y fue admitido a trámite. Pero pasó el tiempo y no había respuesta del Consejo de Ministros. Yo me enteré del dolor de esa querida familia, así que decidí entrevistarme con el subsecretario del Ministerio de Justicia, a quien ya conocía como presidente de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa. Le expliqué el caso, abogué por Ricardo, le hablé del indulto e inmediatamente llamó al director general de Gracia para confirmar la existencia del expediente. Al día siguiente, el ministro de justicia lo presentó en el Consejo de Ministros y, el siguiente sábado, Ricardo me llamó para decirme lleno de emoción que había recibido el indulto. ¡Lo habían perdonado!
El salmista dice: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado”. El rey David sabía por experiencia propia lo que significa ser indultado de un delito; conocía el gozo del perdón divino y, por eso, compuso magníficos salmos penitenciales (6, 32, 38, 51, 102, 130, 143), verdaderas joyas de la poesía religiosa hebrea. Mientras hay sensibilidad para reconocer el pecado y capacidad para el arrepentimiento, la posibilidad del perdón existe. Tan solo es necesario que se lo pidamos a Dios, invocando su amor y gracia: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Rom. 8:33-34). El indulto de la condena resultante de nuestras culpas y delitos es inmediato, no espera olvidado entre otras muchas peticiones enviadas al trono de la gracia divina. No necesita procuradores ni abogados humanos, no se aplica con preferencia a quienes tienen mediadores, amigos que abogan cerca de Dios. ¡El indulto del cielo es seguro, instantáneo!
Porque hay un Dios en los cielos… el perdón está disponible para ti esta mañana. ¡Solicítalo! No te quedes sin la maravillosa provisión que Jesús ha hecho para ti.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015
«Pero hay un Dios en los Cielos»
Por: Carlos Puyol Buil
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